Manos tendidas

Apenas tiene veinte años. Habla despacio, pausadamente. En sus ojos se adivina su pureza, su inocencia, te mira directamente a los ojos. Siempre sonríe. Su melena abundante y zaina cubre sus hombros.

Es suave el tono de su palabra. Hace muchas preguntas para conocer, para informarse. Seguramente tiene un pasado doloroso y triste que desconozco, pero la cautela me aconseja que debo tener paciencia para que sea ella la que voluntariamente se desahogue y te haga partícipe, o no, de sus preocupaciones, de sus temores. Es un camino arduo, lleno de accidentes que permitan llegar a un punto donde la confianza relaje sus miedos y perciba que se encuentra en zona segura, donde todo lo que transcurra es para cuidar, proteger, acoger y sanar.

Cada historia es una experiencia desgarradora que nos hacer ser más agradecidos con lo que nos rodea y ver que hemos tenido mucha suerte. Que es un privilegio poder ayudar a otros a sentirse mejor, a no perder la esperanza, a creer en el ser humano y a poner un halo de optimismo cuando todo a su alrededor le pide tirar la toalla.

Mañana de nuevo sale el sol y se abre una nueva oportunidad de mejorar nuestro camino alcanzando esa mano tendida.