Cuando una vida se quiebra, el acompañamiento marca la diferencia

13 de Noviembre de 2025

Esta reflexión que nos hace Cáritas Vicaría VIII coincide con los últimos datos del Informe FOESSA recién publicado, que vuelve a señalar la gravedad del problema de la vivienda en España. El acceso a un hogar estable se ha convertido en uno de los principales factores de exclusión social. Las cifras refuerzan la necesidad de una respuesta colectiva y sostenida.

Este llamamiento también se enmarca en la celebración próxima de la IX Jornada Mundial de los Pobres, a la que se suma Cáritas Madrid, como ejemplo de la necesidad de seguir acompañando a las personas más vulnerables.

A esta vulnerabilidad contribuye mucho la crisis de la vivienda, que deja a muchas familias sin un hogar digno. Cada vez son más las personas que se ven obligadas a vivir en espacios hacinados, en habitaciones insalubres o directamente en la calle.

En los dos últimos años se ha duplicado el número de personas que atraviesan esta situación. El incremento entre jóvenes y mujeres es especialmente preocupante. En la Comunidad de Madrid se estima que 4.146 personas carecen de hogar. La edad media ronda los 47 años, aunque el 30 % tiene menos de 30. Muchas de ellas cuentan con estudios y en otro momento de su vida tuvieron trabajo y familia.

“La vida da muchas vueltas y a veces nos lleva a situaciones de soledad, problemas familiares, laborales o de salud mental”, ha compartido una persona sin hogar. Su testimonio recuerda que cualquier vida puede quebrarse.

Cáritas Vicaría VIII insiste en que no se habla de números. Se habla de personas, de historias rotas, de hermanos que necesitan apoyo. La entidad social señala las causas que agravan esta situación: el aumento continuo del precio del alquiler, la precariedad laboral que impide acceder incluso a una habitación, y la llegada de personas que huyen de guerras, persecuciones o pobreza y quedan atrapadas en un limbo administrativo.

Nadie debería recorrer este camino en soledad. La compañía y el acompañamiento son esenciales para que cada persona pueda reconstruir su proyecto vital. “Saber que no estoy sola, que en el camino hay gente que me ayuda, lo cambia todo. Es cierto que no tengo un hogar, pero tengo una vida y una historia”, señalaba una mujer acompañada por una entidad social.

Otra mujer de 59 años que duerme en la calle comparte la fuerza humilde de un sueño que la sostiene: “Hay noches que me duermo imaginando que tengo una mesa y que invito a mis nietos a merendar. No sé si pasará, pero ese sueño me mantiene viva”.

La Vicaría VIII invita a mirar esta realidad con humanidad y a comprometerse en soluciones que restituyan dignidad y esperanza.
 

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