Cuando la barbarie nos aleja, solo el amor nos acerca

24 de Febrero de 2023

Un año de la Guerra de Ucrania. Porque “ahora sí, ha empezado la guerra en Ucrania”, no los confirmaban los medios de comunicación entonces, un 24 de febrero.

Hace un año la recepción de Cáritas Madrid se llenaba de madres e hijos, agazapados en sus regazos o enredados en sus faldas. Pero este era un perfil poco habitual hasta entonces en nuestras acogidas. Mujeres de piel blanca, de rostro y espíritu enjutos, ojos claros, cabello claro, y que usaban sus móviles para poder traducir lo que tenía que decirnos. De edades diferentes. Y a veces con las maletas, como de quien acaba de llegar. Y es que así era.

Porque “ahora sí, ha empezado la guerra en Ucrania”, no los confirmaban los medios de comunicación entonces. Lo devastador es que después de este tiempo esta noticia sigue entando de actualidad. Se cumple el primer aniversario de la guerra entre Ucrania y Rusia. De esos aniversarios que no queríamos celebrar porque hacen manar, como esa canción que también está de aniversario, ‘lágrimas negras’.

Empezaba el éxodo de las familias ucranianas, en su mayoría mujeres con hijos, y abuelas, porque los hombres se habían quedado en el frente de batalla – una frase anacrónica, irreal, poética y sin duda, cruel-. Ahí siguen, unos dentro luchando, y otras fuera esperando.

En paralelo al nuevo idioma que empezábamos a oír en la centralita de Cáritas, oíamos también de manera recurrente el sonido de nuestros teléfonos. No paraban de sonar. Eran personas anónimas que se ofrecían a acoger a las familias ucranianas; eran entidades o instituciones, dispuestas a colaborar con lo que hiciese falta; eran donantes; eran voluntarios y voluntarias queriendo abrir sus brazos.

Y por eso, hace un año, en Cáritas Madrid se puso en marcha la Campaña de ayuda a Ucrania, gracias a la cual, además de canalizar las donaciones económicas que nos llegaban para enviarlas a Cáritas Ucrania, se iniciaron otros programas de acogida y acompañamiento a través de los cuales hemos atendido a más de dos mil familias. Primero, pensando en regresar pronto a su país, las ayudas eran sobre todo económicas para ropa, higiene o comida (un 15 %). Después, a medida que el conflicto se ha ido alargando la demanda de ayuda ha cambiado, se ha ido convirtiendo en una ayuda más estructural, como búsqueda de empleo (13,9 %); alojamiento a través de nuestros residenciales o pisos – algunos de Cáritas y otros cedidos por otras congregaciones religiosas- (8 %); o el idioma, la primera gran barrera a la que se han enfrentado para sentirse parte (11 %).

En Cáritas Madrid hemos integrado a las familias en nuestros programas de empleo, formación y vivienda. Además, se ha contado con un equipo de traductores y se ofrecen clases de español. Y también se han organizado espacios de encuentro y desahogo para las familias, como las vacaciones en A Coruña o los almuerzos compartidos. Y aquí seguimos, para escuchar, para abrir las puertas en cada barrio, en cada Cáritas parroquial, informando y orientando a las familias sobre qué trámites realizar o dónde acudir.

Estas herramientas han posibilitado a la mayoría de las familias el que, después de doce meses, tengan una vida más o menos normalizada en nuestro país. Aunque siempre con el corazón y la miranda apuntando a Ucrania, siempre a la espera de la noticia que no llega, o de aquellas que no desearíamos que lleguen nunca.

En este tiempo hemos conocido la vida de Alina, Viktor, Liubov, Pavlo, Volodymyr… La profesora de historia que una mañana en vez de ir a trabajar coge un coche monta, sus hijos y cruza la frontera; la hija que de regalo de cumpleaños pide que ella, su padre y madre vuelvan a estar juntos y nunca se separen; el joven informático que se siente agradecido por haber aprendido un nuevo idioma y tener un trabajo que le dé para vivir, aunque sea como conductor. Sus relatos son el espejo de lo vulnerable que puede ser la cotidianidad, el reflejo de lo que podría haber sido la vida de cualquier de nosotros una mañana de febrero.

Pero el tiempo confabula con el olvido y atenúan el dolor, la ira, la rabia o la indignación y en el imaginario colectivo 365 días se diluyen. En Cáritas Madrid no queremos que se diluyan el calor a las familias, y el llamado a la sociedad para que esta guerra acabe. En nuestro balance de este último año podemos decir que nos escandaliza el dolor de guerra, pero nos admiran más los gestos de solidaridad.

Después de un año recordamos, allí, a los esposos que quedaban atrás, aquí, a las mujeres que abrazaban el futuro. Recordamos allí los llantos de dolor, aquí el llanto desconsolado cuando se abrazaban a las nuevas familias. Recordamos, allí el sonido de las bombas, aquí lo teléfonos que no paraban de sonar.  Porque cuando la barbarie nos aleja, solo el amor nos acerca.
 

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