El retrato de una guerra

24 de Octubre de 2022

Por María Ángeles Altozano

El retrato de una guerra no son las cifras de daños que deja tras de sí ni las escenas bombardeadas ni siquiera las pretensiones egoístas que las desatan. El retrato de una guerra son las personas que la sufren, las historias que quedan trastocadas de por vida. Ellas son quienes reflejan en sus rostros el dolor, el alivio, la nostalgia… Tienen historias y nombres propios. No son cifras, aunque los datos sean a veces la única manera objetiva de medir la magnitud del problema.

Algunas de esas personas desde hace siete meses vienen llamando a las puertas de Cáritas Madrid, después de que en febrero de este año comenzara la guerra en Ucrania y tuvieran que dejarlo todo y salir de su país en busca de un lugar donde, al menos, sentirse a salvo.

Para canalizar la solidaridad de quienes quieren ayudar, y las demandas de quienes necesitan esa ayuda, abrimos un canal a través del cual se han gestionado más de quinientas solicitudes de ofrecimiento y 1.094 solicitudes de demanda de ayuda de personas ucranianas.

De la resignación a la esperanza

Quienes han llamado a nuestra puerta pedían, en un primer momento, ayuda económica para poder adquirir ropa, alimentos o productos de higiene mientras durase la guerra y su corta esperaban estancia; y es que muchas de ellas estaban alojadas con familias de acogida, familiares o amigos de manera temporal.

Pero la guerra no ha acabado. Las necesidades se han ido ampliando. A medida que el conflicto se alarga, a la demanda de ayuda material se ha sumado la demanda de ayuda estructural: de una vivienda, con 307 solicitudes; de empleo, con 569 solicitudes; de transporte, con 450 solicitudes; o de clases de español, con 449 solicitudes.

Esta son las cifras que dibujan otra realidad: lo que iba a ser una estancia temporal, un tiempo de paso, se convierte en una estancia de medio o largo plazo, porque la guerra no acaba, porque los medios no bastan. Lo que hace que muchas familias se replanten el comienzo de una nueva vida que requiere trabajar, desplazarse o interactuar con su entorno. Esta nueva vida implica un cambio que, como todo cambio, tiene dos caras: la del amargo proceso de adaptación y resignación y, a su vez, la de la esperanza, porque mientras exista una oportunidad de seguir adelante, como decía Samuel Beckett, “no pueden seguir, seguirán”. Esa esperanza también se dibuja, junto a la nostalgia, en sus rostros.

Una vida nueva implica derribar barreras, construir puentes

En Cáritas Madrid acompañamos a las familias que estaban acogidas en hostales o en casas con amigos para que tengan una vivienda que puedan sentir como su propio hogar. Hablamos en muchos casos de unidades familiares de madres con más de un hijo o con abuelas a las que realojamos en algún residencial de Cáritas o en un piso e, incluso, en alojamientos cedidos por congregaciones religiosas.

Además, a través del Servicio Diocesano de Empleo estamos facilitando el acceso al empleo para que tengan un trabajo que les permita vivir dignamente. Se ha atendido a treinta personas ucranianas, quienes en su mayoría han recibido formación para el empleo; de estas, once personas han logrado encontrar un trabajo a través de la intermediación laboral, y tres de ellas están contratadas en empresas de inserción mediadas por Cáritas.

También sus hijos han tenido que buscar un centro educativo donde seguir su formación. Con compañeros nuevos, nuevos profesores y un idioma nuevo: el de los gestos, las miradas, las sonrisas.

Esa es quizás la gran barrera a la que se enfrentan todas las familias, la idiomática. Al incomprensible dolor de vivir una guerra y de verte de pronto viviendo otra vida, otra cultura, sin hogar y sin toda la familia, se une la incomprensión en el sentido más literal de la palabra (como Scarlett Johansson en Lost in Translation). Si bien nuestra cultura, aunque diferente por lo cercana, les ofrece protección, el idioma las aísla. Por eso, no es de extrañar que lo que más demandan ahora más de la mitad de las familias sean las clases de español. Para ello, en Cáritas impartimos clases de lunes a viernes con traductores y con personas voluntarias, gracias a quienes se está formando a más de cien personas en dos niveles.

Hablamos de barreras que separan, pero tenemos también que hablar de puentes que conectan a las personas. Esos puentes para las personas ucranianas que han llegado son, en muchas ocasiones, sus propios iguales, otras familias ucranianas como ellas, que les hacen sentirse ‘en familia’. Con ellas pueden intercambiar vivencias en los espacios de encuentro que se organizan, donde comparte almuerzo o celebraciones. De estos encuentros, el más reciente -y el que más impacto ha tenido en ellas- ha sido las vacaciones en A Coruña, donde han participado sesenta familias ucranianas, más de ciento ochenta personas en total. Estas vacaciones han sido un respiro para las mamás ucranianas y sus hijos donde reír, jugar o descansar, como si este hubiese sido un verano cualquiera.

“No se trata de cuánto se hace, sino de cuánto amor se pone en ello”

Los otros puentes que les ayudan a cruzar día a día son las personas que las acompañan en Cáritas Madrid, los equipos de personas voluntarias, donantes y contratadas que no se cansan de dar respuesta, que no se avergüenzan por llorar junto a ellas, que se enorgullecen de sus logros. Porque ponen más que los medios, ponen el corazón. Como decía la Madre Teresa de Calcuta: “No se trata de cuánto se hace, sino de cuánto amor se pone en ello”.

 

 

#CompromisoSolidario #octubre2022
Volver