Ver al que sufre. Abrir la puerta. Escuchar la Palabra. XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
Pilar Algarate 28 de Septiembre de 2025El Evangelio de este domingo nos sitúa ante una escena cotidiana, pero con implicaciones eternas: un hombre rico vive con todo lujo, mientras Lázaro, un pobre con nombre propio, yace a su puerta, cubierto de llagas y hambriento. El rico no lo maltrata, simplemente lo ignora. Y ahí está el drama.
Jesús no denuncia solo el uso egoísta de los bienes, sino algo más sutil y frecuente: la indiferencia. El rico no ve a Lázaro. O no quiere verlo. Su comodidad ha anulado su capacidad de empatía. Vive encerrado en su bienestar, incapaz de reconocer al otro como hermano.
Pero Dios sí ve a Lázaro. Le conoce por su nombre. Y en la vida eterna, el orden se invierte: quien antes estaba excluido ahora está en el seno de Abrahán. Quien antes lo tenía todo, ahora experimenta el vacío de su corazón egoísta.
El relato termina con una advertencia: si no escuchamos la Palabra —la Ley y los profetas—, ni siquiera un milagro nos hará cambiar. No basta con saber, hay que actuar. No basta con oír, hay que abrir la puerta.
Hoy, esta parábola nos grita: ¿A quién tengo a mi puerta y no veo? y ¿Qué decisiones estoy tomando con respecto a las personas empobrecidas, migrantes, descartadas?
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
Lucas 16, 19-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
Entonces gritó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas'. Pero Abraham le contestó: 'Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá'.
El rico insistió: 'Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos'. Abraham le dijo: 'Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen'. Pero el rico replicó: 'No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán'. Abraham repuso: 'Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto'".
Preguntas para la reflexión:
-
¿Cómo administro mis bienes, tiempo y recursos? ¿Desde la solidaridad o desde la comodidad?
- ¿Qué me impide hoy cruzar la puerta que me separa de las personas más vulnerables?
- ¿Estoy escuchando realmente el clamor de las Escrituras que me llaman a la justicia y a la compasión?
- ¿Qué decisión concreta puedo tomar esta semana para salir de mí y abrirme a quien necesita?
Oración
Señor Jesús,
que no pasaste de largo ante quien sufría,
enséñanos a mirar con tu misma compasión.
Abre nuestros ojos para ver al pobre que llama,
al migrante que llega,
al enfermo que espera,
a la persona sola que ya no tiene voz.
Que no vivamos encerrados en nuestros banquetes,
mientras tu Lázaro está a nuestra puerta.
Danos entrañas de misericordia,
y manos que compartan,
que curen, que acojan. Amén.