«Una Iglesia que se hace hogar para todas las personas» Vicente Martín, obispo auxiliar
Pilar Algarate 18 de Diciembre de 2025Exhortación de monseñor Vicente Martín, obispo auxiliar, en el Encuentro de Navidad de Cáritas diocesana de Madrid.
«Nace la Luz que nos toca el corazón»
La luz de Dios se va abriendo en medio de las oscuridades de nuestro mundo. Nos vamos acercando a la Navidad donde nace esa Luz que toca nuestros corazones iluminándolos y sembrándolos de esperanza.
Esta Luz no nace en el brillo de lo grande, sino en la sencillez de un pesebre; no se impone, sino que se ofrece; ilumina nuestras fragilidades y nos invita a mirar al mundo como Dios lo mira. En este tiempo de espera esperanzada, Cáritas nos anima a abrir espacios en la vida, en el hogar y en la comunidad, para acoger, acompañar y que nadie quede en la oscuridad de la soledad o la indiferencia.
¿Cómo hacerlo? El Evangelio nos propone el ejemplo de san José, hombre bueno, que sabiendo que el hijo de María no es suyo, decide no denunciarla; entonces el ángel le revela en sueños el plan de Dios: María dará a luz al Salvador esperado.
En palabras de Benedicto XVI:
«Se nos muestra una vez más un rasgo esencial de la figura de san José: su finura para percibir lo divino y su capacidad de discernimiento. Sólo a una persona íntimamente atenta a lo divino, dotada de una peculiar sensibilidad por Dios y sus senderos, le puede llegar el mensaje de Dios de esta manera. Y la capacidad de discernimiento era necesaria para reconocer si se trataba sólo de un sueño o si verdaderamente había venido el mensajero de Dios y le había hablado».
Dios se sirve de José para llevar adelante la historia de la salvación. José, como María, no pone obstáculos, entra en el misterio sin comprenderlo del todo, se fía, colabora con docilidad y confianza, se abandona a la voluntad de Dios y deja todo en sus manos.
Sólo sabe obedecer quien sabe escuchar. San José escucha la Palabra y la pone en práctica. Sólo el que se pone en actitud de escucha se convierte en instrumento del Señor para llevar adelante sus planes. Cuando alguien se deja guiar por Dios, a pesar de la oscuridad de la fe, al final brilla la luz. María y José escriben una historia de amor única e irrepetible porque se fían de Dios. Nos invitan a confiar más en su gracia que en nuestras cualidades, más en sus planes que en los propios.
Eso es lo que pretende Cáritas con sus líneas estratégicas, fruto de un proceso de discernimiento creyente donde se busca encarnar lo que Dios quiere hacer hoy entre nosotras y nosotros.
La primera línea, el trabajo en clave sinodal, nos recuerda que, como José, necesitamos escuchar más, discernir juntas y juntos, confiar unas personas en otras. Dios se hizo presente cuando José dejó que la palabra del ángel entrara en su corazón; así también, nosotras y nosotros permitimos que Dios nos ilumine cuando abrimos espacios donde todas las voces pueden resonar, cuando trabajamos coordinadas y corresponsablemente. La sinodalidad es la manera de ser y actuar Cáritas. Hacemos camino compartido, compartiendo vida, dificultades y esperanzas. Todas las personas que estamos en Cáritas —personas acogidas y acompañadas, voluntariado, personas trabajadoras, sacerdotes y pastores— somos compañeras y compañeros de camino.
La segunda línea, la de la presencia cercana, nace de ese mismo misterio de Emmanuel. La cercanía de Dios no es una cuestión de espacio y tiempo, sino, más bien, una cuestión de amor: el amor acerca. Dios está con nosotras y nosotros y a nuestro lado, y por eso la Iglesia está llamada a estar con las personas, a su lado y de su lado, en los territorios, en las parroquias, en los barrios donde se domicilia el sufrimiento, la pobreza y la exclusión. Que nadie quede fuera, que ninguna puerta esté cerrada, que toda persona encuentre un hogar donde pueda ser escuchada y acompañada. La cercanía de José con María nos enseña que la cercanía, la compasión y la ternura transforman. Ese es el estilo del Emmanuel.
La tercera línea, la identidad compartida, nos recuerda que no somos una mera suma de individualidades, que hacemos cosas más o menos buenas por los demás, sino que somos un NOSOTRAS y NOSOTROS, una sola comunidad, un solo cuerpo. Somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de personas pobres, todas preciosas, todas partícipes, cada una portadora del amor de Dios. Cada una con un don para los demás. Cada persona acompañada, cada persona voluntaria, cada persona contratada, cada sacerdote, cada comunidad religiosa, forma parte de esta misma misión. José, María y el niño nos muestran lo esencial: Dios elige nacer en un hogar pequeño, donde cada vida sostiene y acompaña a la otra. Cáritas quiere ser ese hogar donde cada persona se sienta valorada y vinculada, protegida y cuidada.
Y la dimensión evangelizadora es la que da sentido a todo. José pudo acoger porque vio la vida con ojos de fe; pudo discernir porque el Evangelio le iluminó el corazón. Nuestra acción social, nuestras reuniones, nuestros procesos internos… todo ha de nacer de ahí: de una fe encarnada y transformadora. De un Dios-con-nosotras y nosotros que entra en nuestra historia para acompañarla desde dentro.
Por eso, en esta Navidad, cuando proclamamos que «nace la luz que nos toca el corazón», no hablamos de una luz abstracta. Hablamos de una luz que orienta la misión, que nos une, que nos invita a ser Iglesia que toca la vida y se deja tocar por ella. Una luz que nos pide avanzar, revisar juntas y juntos, mejorar lo que haya que mejorar, y seguir construyendo una Cáritas más cercana, más sinodal, más coherente con el Evangelio.
Para que la Luz de Dios toque el corazón de las personas empobrecidas y el nuestro es necesario que vivamos este tiempo de Adviento y Navidad desde estas claves:
Creer y caminar hacia el encuentro, abriendo espacio a Dios en tu interior y dejando que su mirada transforme la tuya y aproximando nuestra vida al pesebre con humildad.
Amar sin barreras: al cercano y al distinto, a quien coincide con nosotras y nosotros y a quien no, a quien espera un gesto que devuelva luz y dignidad. Se trata de acoger al diferente, ensanchar los círculos habituales y practicar la hospitalidad con quien se siente fuera.
Confiar para alumbrar las sombras: nadie se salva solo. La fraternidad sostiene, la sinodalidad dignifica y confiar en otras personas es arriesgado, pero esencial. Seamos presencia pacífica y reconciliadora.
Pidamos hoy al Señor que, como José, sepamos escuchar; acoger lo que nace; y que nuestra misión sea siempre signo de esa luz que Dios enciende en el corazón de quienes más lo necesitan. Que María y José nos acompañen en este camino. Y que esta Navidad renueve en nosotras y nosotros la alegría de servir y la esperanza que viene de Dios.