Una fe que camina con confianza, una vida que vela con amor. XiX Domingo del Tiempo Ordinario

Pilar Algarate 10 de Agosto de 2025

Este domingo celebramos el XIX Domingo del Tiempo Ordinario, pero también la fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir. Su vida encarna de manera luminosa el mensaje del Evangelio de hoy (Lucas 12, 32-48) y de la segunda lectura (Hebreos 11, 1-2.8-19): una fe valiente, confiada y entregada al servicio.

La carta a los Hebreos nos presenta la fe como “garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven”. Como Abrahán y Sara, quienes caminan sin certezas visibles pero guiados por la promesa, también san Lorenzo supo reconocer que la verdadera riqueza no estaba en los bienes materiales, sino en las personas que sufrían, en quienes llamó “el tesoro de la Iglesia”.

El Evangelio insiste en esa misma clave: “No temas, pequeño rebaño”, “donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Jesús nos invita a vivir con el corazón atento, con la lámpara encendida, preparadas para servir, incluso cuando no se nos ve, incluso cuando el mundo mide el valor por otras cosas.

San Lorenzo vivió así: como servidor de las personas más vulnerables, testigo del amor de Cristo, mártir por el Reino. Su vida nos enseña que atesorar en el cielo significa poner la fe en acción, cuidar de quienes sufren, velar con esperanza, compartir con alegría.

Hoy, al recordarlo, se nos llama a vivir una fe que no se encierra en lo privado ni se apoya en seguridades materiales, sino que se convierte en lámpara encendida y manos abiertas para construir el Reino de Dios.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas

Lucas 12, 32-48

No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Y el Señor dijo: «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá.

Preguntas para la reflexión:

  • ¿Dónde está hoy mi tesoro? ¿En qué o en quién pongo mi confianza?

  • ¿Estoy viviendo mi fe como una vigilancia activa y amorosa, o desde la comodidad?

  • ¿A quiénes sirvo en lo concreto? ¿Quiénes son hoy “los tesoros de la Iglesia” a los que me llama Jesús?

  • ¿Cómo puedo vivir esta semana con la lámpara encendida y el corazón despierto?

Oración

Oración de confianza – Santa Teresa de Jesús

Nada te turbe,

nada te espante,

todo se pasa,

Dios no se muda.

La paciencia todo lo alcanza.

Quien a Dios tiene,

nada le falta:

sólo Dios basta.

 

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