Manuel, español, de 60 años

Con 40 años tiene que dejar de trabajar para cuidar de su madre enferma. Era vigilante de seguridad. Está diez años apartado del mercado laboral, hasta que fallece su madre. Cuando trata de buscar de nuevo empleo se encuentra con que todas las puertas se cierran al ver su edad, “demasiado mayor”, le dicen. El piso donde vivía era de su madre y tienen que venderlo para repartir la herencia con sus hermanos, por cuyo motivo dejan de hablarse.

Con la parte que le toca vive de alquiler mientras sigue buscando trabajo, pero eso no sucede, la situación se hace insostenible y como no puede hacer frente al alquiler termina viviendo en la calle. Un mundo que, dice, “no conocía, lo veía como algo lejano que no podía pasarme a mí, no sabía ni que existían comedores sociales, ni ayudas, ni nada”.

Para él vivir en la calle ha sido muy duro, “durísimo”, asegura, “el mundo se te viene encima”, él no se había imaginado en esa situación. Sentía miedo y vergüenza, por no estar aseado y por las miradas ajenas. Sus lazos familiares estaban rotos. Y amigos, dice, “amigos tienes, cuando tienes”. Le llegaron a decir, “no puedo dejarte dormir en el sofá porque los perros no te conocen”.

La situación era tan insoportable para él, que tuvo un intento de suicidio; del hospital lo pusieron en contacto con Servicios Sociales, donde lo acogieron personas con quienes se ha sentido realmente acompañado. Ahora acude al Centro CEDIA 24 Horas, donde ha establecido buenas relaciones de apoyo con equipos y otros compañeros. Y está a la espera de conseguir alguna ayuda que le permita ir a una residencia con personas en su misma situación.

El suyo es un caso claro donde además de la ruptura de lazos familiares, la edad juega en su contra, tanto para encontrar empleo como para poder tener una vivienda.

Campaña de Personas sin Hogar 2023