SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA: LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

Pilar Algarate 16 de Marzo de 2025

En este segundo domingo de Cuaresma la liturgia nos invita a salir. Estas son las lecturas: Gen 15, 5-12.17-18; Salmo 26, 1-7-8a.8b-9abc.13-14; Segunda: Flp 3, 17-4,1; Evangelio: Lc 9, 28b-36:.

Este tiempo de Cuaresma nos convoca a seguir a Jesucristo con mayor intensidad y profundidad. Él, en su total entrega al proyecto del Padre, se ha ofrecido sin reservas al servicio del Reino de Dios, apostando su vida por amor a la humanidad.

Al igual que los discípulos en el monte de la transfiguración, somos invitados a contemplar su camino y descubrir en él la luz, la fuerza que nos da Dios, incluso en los momentos más difíciles de nuestro propio caminar en busca de las huellas de su Hijo.

En este tiempo de gracia, en el marco del Jubileo de la Esperanza, acerquémonos a Él en esta celebración y abramos nuestro corazón a la transformación que solo Él puede generar en nosotras y nosotros, dispuestos a seguirle con renovada esperanza.

Un primer paso en este camino cuaresmal es salir de "tu tierra", como el Señor invitó a Abraham. Debemos salir de esa zona de confort en la que nos hemos instalado, donde la rutina y la indiferencia nos hacen olvidar el sufrimiento del prójimo. Es hora de abandonar la tierra de nuestros egoísmos, pequeños o grandes, que nos alejan de las necesidades del hermano que sufre, del refugiado, de aquellos que padecen hambre y sed de justicia. Salir para avanzar, para no quedarnos atrapados en la indiferencia ante el pecado y la tristeza que invade al ser humano. Salir para empezar a cambiar, recordando que las promesas de Dios son infinitas, como las estrellas en el firmamento, y que Él siempre cumple lo que promete.

Salir de la tierra también implica abrirnos a lo inesperado, a lo que aún no comprendemos pero que, a través de la fe, se hará luz en nuestras vidas. Jesús, en la Transfiguración, se muestra bajo una nueva figura, revelando a sus discípulos quién es Él. Su identidad se desvela, aunque aún no comprendemos plenamente que la gloria de Jesús se manifiesta en la cruz.

En el Evangelio de este domingo, contemplamos la Transfiguración del Señor: la luz que envuelve las vestiduras de Jesús, la presencia de Moisés y Elías, la voz del Padre, el asombro de Pedro, el silencio de los demás discípulos, nos invitan a participar en el misterio del Mesías. Este desvelamiento de la gloria de Jesús nos llama a vivir con esperanza, porque la verdadera gloria se revelará en la resurrección del Señor.

En este camino cuaresmal, dejemos que el Espíritu Santo colme nuestra sed de la Palabra de Dios, guiándonos hacia la transformación que Él quiere realizar en nosotras y nosotros, para que, con esperanza renovada, sigamos el ejemplo de Cristo.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 28b-36

Tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Reflexión del papa Francisco: “La transfiguración nace de la oración. Porque si la oración está viva “trastoca por dentro”, reaviva el fuego de la misión, enciende la alegría, provoca continuamente que nos dejemos inquietar por el grito sufriente del mundo.

Compromiso para esta semana: Esta semana me comprometo a buscar momentos de silencio y oración para escuchar la voz de Dios en mi vida, tal como los discípulos escucharon en el monte.

Oramos subiendo el monte del Señor

Señor: mientras te muestras luminoso ante tus discípulos predilectos en esta montaña tan alta y apartada, el Tabor, envíanos tu Espíritu para que meditemos los distintos modos que tenemos nosotros de subir a la montaña del encuentro.

Podemos subir, y subimos, muchas veces solos, porque iniciar la ruta ascendente del encuentro, siempre sugiere aires de autosuperación, deseos de algo más puro, sueños de horizontes sin límites, ansias de verlo todo desde la otra orilla.

Y todo esto es bueno, es simple y, naturalmente bueno. Y, en cierta manera, reconfortante: buscarte en soledad sin trabas, sin nadie que se interponga.

Venid, subamos al Monte del Señor. Sí, subamos. Tú quieres que lo hagamos con los hermanos. No sólo junto a ellos, sino con ellos. Unidos fraternalmente podremos orar en nombre de Jesús.

Tú nos has hecho hijos del Padre y hermanos con un mismo amor y una misma entrega, con la seguridad de tu presencia transformadora. Por ello, todos juntos, te decimos que queremos conocer tu rostro transfigurado y luminoso.

Te buscamos presente en la vida y en la historia pequeña y grande de los hermanos, nuestros hermanos, los hombres de nuestra tierra y nuestro tiempo.

Tú eres nuestra paz, tú eres nuestra luz, tú eres el motivo de nuestra esperanza.

En la cumbre del Calvario, en la Cruz, nos diste, en medio del dolor, el camino para llegar al encuentro orante con el Padre. Tu lección fue el abandono.

Ante tu rostro transfigurado, anuncio de la resurrección de vida, queremos renovar nuestro abandono en las manos del Padre. Lo hacemos junto a ti, en ti: “Padre, me pongo en tus manos. Haz de mi lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo. Todo lo acepto con tal que tu voluntad se haga en mi, en mis hermanos y en toda la Humanidad”.

Ilumina nuestra vida con tu luz, Señor Jesús. Tú no viniste a ser servido, sino a servir.

Que nuestra vida sea como la tuya: servir, grano de trigo que muere en el surco del mundo. Que sea así en verdad, Señor. Estoy, estamos dispuestos a vivirlo contigo.

Yo te confío mi vida, te la doy. Condúceme, envíame el Espíritu que mueve y transforma todas las cosas a la luz del amor.

Nos ponemos en tus manos, Señor, enteramente, sin reservas. Lo hacemos con la confianza absoluta que tú tenías en el amor del Padre.

Haz que nuestro abandono en las manos amorosas del Padre sea como el tuyo: ilimitado, total, anonadado.

Este es el camino que nos permitirá subir a la montaña del encuentro: abandonarnos contigo, Señor Jesús, en las manos del Padre, unirnos a tu ofrenda de amor salvador a favor de los hombres, ser, contigo y en ti, una única oblación.

Surco abierto son tus brazos una tarde en el Calvario.

Luz de gloria fue tu rostro transfigurado en el Monte.

Tú, Señor Jesús, eres siempre nuestra luz.

Amén.

Lecturas de la 2ª Semana de Cuaresma

Lunes, 17 de marzo. Evangelio: Lucas 6, 36-38

“Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”

Reflexión del papa Francisco: "Imitemos la misericordia del Padre para no juzgar a los otros, no condenar y perdonar. Juzgamos continuamente, condenamos continuamente y difícilmente perdonamos”

Martes, 18 de marzo. Evangelio: Mateo 23, 1-12

“No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados”

Reflexión del papa Francisco: “Si vosotros perdonáis las culpas a los demás, vuestro Padre que está en los cielos os perdonará también a vosotros; pero si vosotros no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas”.

Miércoles, 19 de marzo. Evangelio: Mateo 1, 16.18-21.24a

“No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías”

El papa Francisco nos invita a preguntarnos: «Que el Señor nos dé a todos luz y valor: luz para conocer lo que sucede dentro de nosotros y valor para convertirnos, para acercarnos al Señor. Es hermoso estar cerca del Señor».

Jueves, 20 de marzo. Evangelio: Lucas 16, 19-31

Parábola del rico y del pobre Lázaro.

Propósito: Buscar hacer un acto de caridad, siendo consciente de que todo lo que hago a uno de estos pequeñitos por amor a Dios, es a Cristo a quien lo hago.

“Tómate tiempo para hacer caridad, es la puerta del cielo".

(Madre Teresa de Calcuta)

Viernes, 21 de marzo. Evangelio: Mateo 21, 33-43.45-46

La parábola de los viñadores homicidas

Oración: Señor, en este pasaje del Evangelio, nos llamas a reflexionar sobre la justicia y la fidelidad en nuestra relación contigo. Ayúdanos a reconocer que Tú eres el dueño de nuestra vida y que, como los viñadores, debemos rendir frutos dignos de Tu Reino. Te pedimos perdón por las veces en que no hemos sido fieles a tu llamada. Danos la gracia de vivir con un corazón generoso, dispuesto a acoger Tu palabra y a ser testigos de Tu justicia y misericordia. Que, a través de nuestras acciones, honremos siempre Tu nombre y seamos verdaderos instrumentos de Tu Reino. Amén.

Sábado, 22 de marzo. Evangelio: Lucas 15, 1-3.11-32

El hijo pródigo. “Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”

Compromiso: Me comprometo a practicar el perdón y la acogida, tanto hacia los demás como hacia mí mismo, reconociendo que, como el padre de la parábola, Dios siempre nos recibe con los brazos abiertos, sin importar nuestros errores.

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