Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
Pilar Algarate 24 de Noviembre de 2024En la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, recuerda que todas las diócesis de España se unen para ofrecer su apoyo a los damnificados por la DANA con una colecta extraordinaria.
Lecturas del día son: Primera lectura: Dn 7, 13-14; Segunda lectura: Apoc 1, 5-8. Santo evangelio según san Juan 18, 33-37
Lectura del santo evangelio según san Juan 18, 33-37
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.
Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
Palabras del Santo Padre
La solemnidad de Jesucristo Rey del universo, que celebramos hoy, se coloca al final del año litúrgico y recuerda que la vida de la creación no avanza de forma aleatoria, sino que procede hacia una meta final: la manifestación definitiva de Cristo, Señor de la historia y de toda la creación. La conclusión de la historia será su reino eterno. El pasaje evangélico de hoy (cf. Juan 18, 33b-37) nos habla de este reino, el reino de Cristo, el reino de Jesús, relatando la situación humillante en la que se encontró Jesús después de ser arrestado en el Getsemaní: atado, insultado, acusado y conducido frente a las autoridades de Jerusalén. Y después, es presentado al procurador romano, como uno que atenta contra el poder político, para convertirse en el rey de los judíos. Pilato entonces hace su petición y en un interrogatorio le pregunta al menos dos veces si Él era un rey (cf. vv. 33b.37).
Y Jesús en primer lugar responde que su reino «no es de este mundo» (v. 36). después afirma: «sí, como dices, soy Rey» (v.37). Es evidente, por toda su vida, que Jesús no tiene ambiciones políticas. Recordemos que, tras la multiplicación de los panes, la gente, entusiasmada por el milagro, quería proclamarlo rey para que derrotara al poder romano y restableciese el reino de Israel. (…)
Jesús hoy nos pide que dejemos que Él se convierta en nuestro rey. Un Rey que, con su palabra, con su ejemplo y con su vida inmolada en la Cruz, nos ha salvado de la muerte, e indica —este rey— el camino al hombre perdido da luz nueva a nuestra existencia marcada por la duda, por el miedo y por la prueba de cada día. (…) Que la Virgen María nos ayude a acoger a Jesús como rey de nuestra vida y a difundir su reino, dando testimonio a la verdad que es el amor. (Ángelus, 25 de noviembre de 2018)
Para la reflexión
- ¿Cómo interpretas la afirmación de Jesús de que su reino "no es de este mundo"?
- ¿Qué significa para ti dejar que Jesús se convierta en tu rey?
- ¿De qué manera la vida y el ejemplo de Jesús te han guiado en momentos de duda, miedo o prueba?
- ¿Cómo te ayuda la Virgen María a acoger a Jesús como rey de tu vida?
- ¿Qué papel juega la oración y la intercesión de María en tu vida espiritual?
Oración:
¡Salve, oh Cristo Rey!
Tú me invitas a luchar en tus batallas,
y no pierdo un minuto de tiempo.
Con el entusiasmo que me dan mis 20 años y tu gracia,
me inscribo animoso en las filas.
Me consagro a tu servicio, para la vida y para la muerte.
Tú me ofreces, como emblema, y como arma de guerra, tu cruz.
Con la diestra extendida sobre esta arma invencible
te doy palabra solemne y te juro con todo el ímpetu de mi amor juvenil
fidelidad absoluta hasta la muerte.
Así, de siervo que tú me creaste, tomo tu divisa,
me hago soldado, ciño tu espada, me llamo con orgullo Caballero de Cristo.
Dame corazón de soldado, ánimo de caballero, ¡oh Jesús!,
y estaré siempre contigo en las asperezas de la vida,
en los sacrificios, en las pruebas, en las luchas, contigo estaré en la victoria.
Y puesto que todavía no ha sonado para mí la señal de la lucha,
mientras estoy en las tiendas esperando mi hora,
adiéstrame con tus ejemplos luminosos a adquirir soltura,
a hacer las primeras pruebas con mis enemigos internos.
¡Son tantos, oh, Jesús, y tan implacables!
Hay uno especialmente que vale por todos:
feroz, astuto, lo tengo siempre encima,
afecta querer la paz y se ríe de mí en ella,
llega a pactar conmigo, me persigue incluso en mis buenas acciones.
Señor Jesús, Tú lo sabes, es el Amor Propio,
el espíritu de soberbia, de presunción, de vanidad;
que me pueda deshacer de él, de una vez para siempre,
o si esto es imposible, que al menos lo tenga sujeto,
de modo que yo, más libre en mis movimientos,
pueda incorporarme a los valientes que defienden en la brecha tu santa causa,
y cantar contigo el himno de la salvación.
Por san Juan XXIII. Diario del Alma.