NACIDAS CON MISIÓN Y VOCACIÓN DE SERVICIO
Maria Angeles Altozano 2 de Febrero de 2022Este 2 de febrero se celebramos el día de Vida Consagrada. Desde Cáritas Madrid felicitamos a todas las personas que siguen la misión evangelizadora de la Iglesia consagrando su vida. Además, aprovechamos para dar a conocer a una de las congregaciones religiosas que colaboran en nuestros proyectos sociales: se trata de las hermanas de AMICO, ellas complementa la labor de las personas voluntarias y contratadas de acompañamiento a madres o a personas sin hogar.
AMICO (Amistad Misionera en Cristo Obrero) es una congregación de religiosas quienes se definen a sí mismas como «Amigas en el Señor», cuyo deseo es vivir alrededor de Jesús y cuya misión es la del servicio a las personas más necesitadas.
Nacen, por tanto, con una clara vocación de entrega a los demás y así lo han demostrado en estos cincuenta años de trayectoria. Presentes en varios países de Latinoamérica, tienen también presencia en nuestro país, en concreto en Madrid. Aquí colaboran con Cáritas Madrid en dos de nuestros proyectos: el Hogar Santa Bárbara y la Casa de Acogida San Agustín y Santa Mónica.
En ambos casos, las hermanas de AMICO forman, fieles a su vocación y con ternura y eficacia, el Equipo de vida. Así se llama al equipo que complementa la labor de las personas voluntarias y contratadas de acompañamiento a madres o a personas sin hogar. Ellas les asesoran, las escuchan, comparten casa, espacio y risas. Y están siempre a mano «por si nos necesitan, sea cuando sea». Más que un equipo, son la familia que en los hogares imprimen cercanía y cariño. Su objetivo es «que estén presentes en sus vidas la compasión, la ternura, la misericordia y predilección de Dios por cada uno de ellos».
EN EL HOGAR SANTA BÁRBARA: LA CASA GRANDE DE MUCHAS PUERTAS
El Hogar Santa Bárbara es uno de los recursos para madres gestantes de Cáritas Madrid cuyo Equipo de vida lo forman tres hermanas de AMICO. En el Hogar nos reciben, con una sonrisa y envueltas por el olor a colonia de bebés, las hermanas Francisca, Nathaly y Betty.
El Hogar es, como lo recuerdan los niños y las niñas que han pasado por él, «la casa grande de muchas puertas». Una casa grande, no solo en metros, sino porque en ella caben todas las esperanzas de los cientos de madres que en estos diez años han pasado por ella; mujeres sin lazos familiares, madres o a punto de serlo, que son acogidas en el Hogar para recibir de una manera digna la vida que llega. Y es una casa de puertas por las que entran mujeres temerosas, desconfiadas, despersonificadas… y salen Luz, Delia, Nazaret, Julia… mujeres autónomas que parten con sus hijos en busca de nuevas oportunidades.
Hablamos con ellas más de dos horas de lo que han sido estos años de vida del Hogar, que acaba de celebrar su décimo aniversario. Nos enseñan el Hogar, nos presentan a las mamás y se entretienen haciendo carantoñas a los bebés mientras el olor a sopa anuncia la hora de la cena.
No solo abren las puertas de la casa, abren las puertas de su corazón, porque emocionadas nos hablan de la alegría que les reporta vivir en una casa donde nace la vida; y con lágrimas recuerdan todavía los momentos duros –aun con final feliz– que han vivido.
Lo dicen las mujeres residentes, «no son hermanas, para nosotras son ángeles». Son quienes esperan con sábanas limpias y puertas decoradas a los nuevos bebés; son quienes están en los paritorios sujetando sus manos o esperan por la madrugada la llamada a la puerta que anuncia una nueva llegada. También aconsejan, orientan y organizan las tareas en la casa para asegurar una buena convivencia. Y, en algunas ocasiones, solo escuchan. Estas son las funciones de las hermanas que conforman este Equipo de vida en el Hogar Santa Bárbara.
¿Cuál es su carisma?
Nuestro carisma es la fuerza del Espíritu que nos anima a vivir en cercanía con las personas pobres o vulnerables, estando juntos. No ellos allí y nosotras acá, sino dando al proyecto un aire de familia. Queremos que quienes se acerquen al Hogar lo sientan como su casa. Estamos en sintonía con la vocación de servicio con la que nacimos: la de amar y servir con generosidad y entrega. Por eso nos define la cercanía y la alegría.
¿Qué les hace implicarse en este proyecto, pese a que a veces no es fácil?
Nos hace seguir la ilusión de estas madres que dan vida y ponen su propia vida en juego. También los bebés, que dan sentido al Hogar. La capacidad de lucha que demuestran nos hace seguir creyendo en las personas. Y, aunque haya dificultades, el Señor nos da fuerzas y nos hace decir 'sí podemos'. Para nosotras oírles decir que pasar por el Hogar es la mejor experiencia que han vivido en sus vidas es un regalo de Dios.
De su día a día en la casa, ¿qué momentos destacan?
Uno de los momentos claves que vivimos es aquel en que las mujeres se ponen de parto y dan a luz. En ese momento, se pone de manifiesto lo valientes que son; entre el dolor y la ilusión, sus caras, sus gestos se transforman y esa transformación es un milagro de la vida. Recibirlas después en el Hogar junto a sus bebés es también muy emocionante, la casa se llena de vida y es como celebrar una Navidad con cada bebé que nace. O cuando les celebramos el cumpleaños, porque hacemos que ese sea su día, que se sientan especiales.
Y también emocionante y reconfortante es verlas salir después de seis meses a continuar su camino. Aunque –confiesan– también es desgarrador despedirnos de ellas, hasta los niños la semana antes de salir están nerviosos.
¿Qué le presentan al Señor en sus oraciones al acabar el día?
–Y no lo dudan–. Le presentamos todos los días a cada niño, a cada niña, a cada madre para que los cuide. Le presentamos la vida que tenemos aquí, donde a veces no hacen falta palabras, basta solo con estar a su lado. Y le presentamos cada una de nuestras oraciones, porque orar es la manera que tenemos de alimentar nuestro espíritu para poder entregar más.
¿Cuál ha sido el momento más duro que han vivido?
Cuando casi perdemos a una de las mamás por una preeclampsia –y se hace un silencio durante el cual a las hermanas se les llenan los ojos de lágrimas, porque, aunque pasó hace tiempo, no olvidan el dolor que sintieron–. La pandemia tampoco ha sido fácil. Ver esta casa, que es pura vida y cuya esencia es la cercanía, con las puertas cerradas fue muy duro. Pasar por los pasillos sin ver a nadie era muy desolador. Y, además, había entre las madres mucho pánico psicológico, estaban mal. Por eso tuvimos que echar mano de la creatividad para proponerles actividades que las distrajesen, como baile, manualidades y hasta yoga.
Pero queremos decir que aquí en el Hogar vivimos más momento divertidos que tristes –matizan, para recuperar el brillo de sus ojos que por un momento ha quedado tapado por los recuerdos de tiempos difíciles–. Cada nacimiento es una alegría, verlos crecer, o cuando sonríen por primera vez… Y el ver cómo llegan las madres y cómo se marchan fortalecidas. Todo eso nos da mucha felicidad.
De esos momentos felices, ¿con cuál se quedan?
Fue en una ocasión en la que nos fuimos diez días fuera de Madrid y al volver nos habían preparado una bienvenida –a las tres se les iluminan los ojos–. Nos habían puesto la mesa, adornado la casa…, fue un gesto tan bonito de ternura, delicadeza y agradecimiento…
Muy emotivo ver cómo nos abrazaron y nos decían que nos habían echado de menos y que habíamos tardado mucho en volver –y ríen–. Y en general nos quedamos con lo que recibimos día a día. Ver que, aunque salen por la puerta, queda el cariño, queda una relación en la que a veces nos llaman para pedir un consejo o una oración por ellas. El amor no acaba aquí.
Sí, acaba nuestra entrevista. En este ratito en el Hogar hemos llorado junto a ellas y reído con ellas. Nos llevamos el calor del Hogar y su generosidad. Y, al salir, vemos la lámpara. Cuando regresan algunos niños, nos dicen, se fijan en ella con atención, es algo que les conecta de nuevo con la casa. Ya no funciona, pero las hermanas dicen que no la van a quitar porque es ya una seña de identidad, lo que de manera consciente o inconsciente les recuerda a los bebés que nacieron aquí, que este fue su Hogar.