La verdadera riqueza nace del compartir y del amor. XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
Pilar Algarate 3 de Agosto de 2025En el Evangelio de este domingo (Lucas 12, 13-21), Jesús responde a una petición aparentemente razonable: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia”. Pero en lugar de intervenir, Jesús invita a mirar más allá del conflicto familiar y apunta al corazón: la tentación de acumular bienes como garantía de seguridad.
Con una parábola sencilla pero contundente, Jesús habla de un hombre rico que, tras una cosecha abundante, decide almacenar todo para sí y vivir tranquilo muchos años. Sin embargo, Dios le dice: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”
No se trata de demonizar los bienes materiales, sino de revisar la relación que tenemos con ellos. ¿Qué lugar ocupan en nuestra vida? ¿Dónde ponemos nuestra seguridad? Jesús advierte que la codicia rompe los vínculos y cierra el corazón. La acumulación sin horizonte fraterno termina por vaciarnos por dentro.
Este Evangelio nos invita a recuperar la sabiduría de la sencillez, del compartir, del cuidado mutuo. Nos recuerda que la vida no se mide por lo que poseemos, sino por el amor que damos y recibimos. Y que la verdadera riqueza está en construir relaciones auténticas, vivir con generosidad y tener un corazón disponible para Dios y para las personas.
En una sociedad marcada por el consumo, esta palabra evangélica resuena como un llamado a buscar tesoros que no se pudren ni se pierden, como la solidaridad, la compasión y la justicia. Porque, como dirá Jesús más adelante:
“Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Lc 12, 34).
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
Lucas 12, 13-21
Entonces le dijo uno de la gente: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».
Preguntas para la reflexión:
- ¿En qué cosas o seguridades estoy poniendo hoy mi confianza?
- ¿Qué tipo de “riquezas” acumulo en mi vida?
¿Son materiales, emocionales, espirituales? ¿Las pongo al servicio de otras personas? - ¿Qué me enseña este Evangelio sobre el valor de la vida y el sentido de la muerte?
¿Qué me pide Dios hoy a través de esta Palabra?
Oración
Oración de san Ignacio de Loyola
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro,
disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
que ésta me basta.