La esperanza se hace gesto en quienes no pasan de largo. XV Domingo del tiempo ordinario

Pilar Algarate 13 de Julio de 2025

¿Quién es mi prójimo? Jesús responde con un gesto y no con una definición. El que se compadece, el que se detiene, el que cura las heridas, ese es el que actúa como prójimo. Y no es un sacerdote ni un experto en la ley, sino un extranjero, alguien que rompe las barreras del “nosotros” y del “ellos”.

Esta parábola nos confronta: no basta con conocer la ley o tener buena voluntad. El amor verdadero implica acción concreta, misericordia encarnada.

En este mismo domingo celebramos también el Domingo del Mar, recordando a quienes trabajan en el mar o viven de él. El cardenal Michael Czerny SJ nos invita a reconocer el mar no solo como espacio físico, sino como realidad espiritual: un lugar donde muchas personas, migrantes, marineros, pescadoras y trabajadores portuarios, son “peregrinos de esperanza”. Ellos cruzan fronteras, conectan culturas, sostienen la vida con su trabajo.

Como el samaritano, también ellos muchas veces ven, se detienen y curan. También son profetas de paz, puentes entre pueblos y testigos del Evangelio con sus gestos silenciosos y valientes.

Lectura del Evangelio

Lucas 10, 25-37

En esto se levantó un maestro de la ley y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?». Él respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo». Él le dijo: «Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida». Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». Respondió Jesús diciendo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo». 

Preguntas para la reflexión

  • ¿Quiénes son hoy las personas heridas en el camino que evito mirar o atender?
  • ¿Vivo mi fe desde la compasión concreta o desde la distancia segura?
  • ¿Qué gestos de “profecía de paz” puedo hacer en mi entorno este verano?
  • ¿Reconozco en las personas del mar —marineros, migrantes, pescadores— un testimonio de dignidad y esperanza?
  • ¿Estoy dispuesto/a a cruzar fronteras, como el samaritano, para curar heridas invisibles?

Oración

Señor Jesús,

enséñame a ver con tus ojos,

a detenerme ante el dolor,

a no pasar de largo cuando alguien sufre.

Hazme prójimo de quien está tirado en el camino,

aunque sea diferente, aunque me incomode.

Hazme samaritano del mar,

puente entre pueblos, sembrador de esperanza.

Que mi fe no sea solo palabra,

sino gesto que consuela, cura y transforma.

Amén.

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