La ascensión del Señor al cielo
Pilar Algarate 1 de Junio de 2025Lecturas del día: Hechos de los apóstoles (1,1-11). Sal 46,2-3.6-7.8-9. Carta de san Pablo a los Efesios (1,17-23). Lucas (24,46-53).
Hoy celebramos la Ascensión de Jesús al cielo. Puede parecer un momento de despedida, incluso de tristeza, pero en realidad es un día de esperanza. Después de haberse manifestado a sus discípulos durante cuarenta días, confirmando que está vivo y resucitado, Jesús vuelve al Padre. Su partida no significa abandono: es una promesa de vida nueva. La fe y la esperanza de quienes seguimos a Jesús permanecen firmes, porque el Espíritu del Señor está a la puerta. No estamos solas ni solos.
La alegría del Resucitado llena la vida de quienes caminaron con Él y recibieron la misión de continuar su obra: un proyecto de amor, justicia y fraternidad. Por eso, se reúnen para orar, esperan juntas y juntos, y no pierden el ánimo, porque la fuerza que iluminará de nuevo sus vidas está por llegar.
Durante el tiempo pascual hemos ido redescubriendo cómo Jesús se hace presente de manera nueva: ya no es su rostro antiguo, sus pies al caminar o su cuerpo al descansar. Ahora, ver a Jesús significa reconocerle en los gestos sencillos, como el pan partido y el vino compartido; en la palabra que se hace oración y en el silencio que abre al Misterio. Es en lo profundo de nuestro corazón donde arden las esperanzas y donde la vida se transforma.
Ver a Jesús resucitado es atrevernos a caminar en la novedad, abrirnos a la sorpresa de cambiar nuestros planes, de salir de nuestras rutinas y comodidades, y acercarnos a las personas que sufren. Ver a Jesús es encontrarnos con las y los pequeños, con las y los humildes que en sus múltiples rostros siguen clamando justicia y paz. Ver a Jesús es comprometernos a transformar nuestra realidad, empezando por nuestro propio corazón, para fecundar este mundo que anhela ser renovado. El clamor de tantas personas pide ser escuchado: es un clamor de dignidad, de justicia y de esperanza. Ver a Jesús resucitado es hacerlo presente en cada gesto de cuidado, de solidaridad y de amor.
Lectura del evangelio según San Lucas 24, 46-53.
Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto». Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Preguntas para la reflexión
- ¿Cómo vivo hoy la Ascensión de Jesús: como una despedida o como una promesa de esperanza?
- ¿De qué maneras puedo ser testigo de la Buena Noticia en mi vida cotidiana?
- ¿Reconozco a Jesús en los pequeños gestos de cada día, en los rostros de las personas que reclaman justicia, dignidad y paz?
- La Ascensión no es el final, sino un envío a transformar el mundo.
- ¿Qué esperanzas arden en mi corazón en este tiempo?