EVANGELIZAR CON OBRAS DE AMOR Y ACOMPAÑAMIENTO

María Ángeles Altozano 2 de Febrero de 2022

Con motivo de la Jornada de Vida Consagrada, nos acercamos a conocer a las hermanas Mery, Margret y Mariel. Ellas pertenecen a la congregación de religiosas AMICO - como las hermanas del Hogar Santa Bárbara -  y colaboran con Cáritas Madrid en la Casa de Acogida. Ellas siembran el evangelio haciendo que las personas vulnerables a las que acompañan «vuelvan a la vida».

Nos acercamos a la Casa de Acogida San Agustín y Santa Mónica. También aquí nos encontramos a hermanas de AMICO. En esta ocasión nos reciben las hermanas Mery, Margret y Mariel. Ellas llevan en la Casa desde el 2007, tiempo durante el que han visto pasar a decenas de personas que han encontrado aquí un lugar de acogida, de calor y de escucha. La Casa ofrece ayuda, o bien, a personas con un deterioro físico o psicológico que limita sus posibilidades de independencia y autonomía, o a personas que han quedado al margen de la sociedad y sin red de apoyo. Las hermanas conviven con ellas y son testigos de cómo caminan hacia delante para restablecer sus vidas. Por las mañanas muchos salen a buscar trabajo, a citas médicas o a cursos de formación. Y al volver les espera el descanso y las sonrisas, sin juzgar, sin pretensiones. 

 

«Somos testigos de verdaderos milagros», nos dicen las hermanas cuando les preguntamos qué es y cómo se vive en la Casa de Acogida. Ven salir por la puerta reconstruidas a personas que llegaron rotas, «personas que han nacido de nuevo, que vuelven a la vida».

 

Como Casa de acogida, nos acogen y nos cuentan cuál es su labor. Una labor que ellas definen como «evangelizar con la vida, sin palabras, sino a través del cariño, de una manera sencilla, con sonrisas; con poco que es mucho». Eso hacen con las personas residentes de la Casa con quienes conviven, comparten sobremesas, salidas, alegrías y algunos sobresaltos, y para quienes siempre tienen las puertas abiertas.

 

¿Qué es una Comunidad de vida?

Una Comunidad de vida es un evangelio vivo. Somos la «levadura en la masa» quienes permeamos el ambiente de la presencia de Dios con nuestra actitud. Por eso a las personas a las que acompañamos, sean de la condición, cultura o creencia que sean, les llega nuestra manera de acoger. Somos una fuerza transformadora.

 

Además, a diferencia del equipo de personas contratadas o voluntarias –tan necesarias–, nosotras damos continuidad porque estamos presentes en sus vidas todo el tiempo, dándoles la presencia y la consistencia de una familia.

 

¿Cuál es el trabajo día a día de esta Comunidad de vida?

Acoger y acompañar a las personas con dignidad y cariño –poco más que añadir, esta frase resume toda su labor y esencia–. Les damos seguridad y calor de hogar y las aceptamos como son, sean como sean o vengan de donde vengan. Este es el único evangelio que entienden y acogen.

 

¿Qué es lo más reconfortante del trabajo que realizan aquí?

Ver cómo las personas residentes van poco a poco creciéndose y viendo que son capaces de seguir hacia adelante. Es una gran alegría ver que recuperan la esperanza y que se sienten fuertes y capacitadas para su reinserción. Son personas que vienen con muchas dificultades, de un mundo muy oscuro… y comienzan a ver la luz. Ellas mismas nos dicen, «hermanas, me han hecho ver lo valiosa que soy» o «cuando llegué no era nada, y ahora mira de lo que soy capaz».

 

Ese ver a las personas salir de la Casa, ¿cómo es?

Bueno –y se hace una breve pausa–. Por un lado sentimos una felicidad inmensa de ver lo que han logrado, que se mezcla con la tristeza de verlas partir y el temor de que sigan con su camino. También ellas se van alegres y con fuerza pero tristes porque, dicen, dejan aquí una familia. Cuando después vienen a vernos, o nos encontramos por la calle, nos da mucha alegría porque nos recuerdan con cariño, incluso nos han llegado a decir que pasar por esta Casa ha sido lo mejor que les ha pasado en la vida.

 

¿Qué es lo más duro de esta labor de acompañamiento que realizan?

Asumir la frustración cuando vemos que no podemos hacer todo lo que querríamos por algunas personas que al final no logran salir adelante…, el querer ayudarlas a salir del pozo y ver que no pueden… Ver a alguien caer de nuevo es muy duro. Esta es la doble cara de nuestra labor: por un lado, disfrutamos con lo que logran; por otro lado, nos provoca impotencia cuando no podemos hacer más por ellas.

 

Pero a pesar de estos casos, nos quedamos con lo bueno que hemos podido darles, pensamos que el cariño que hemos sembrado no es en vano, que de alguna manera se queda en su corazón y, quién sabe, si en algún momento este amor recibido les ayudará.

 

¿Qué momentos recuerdan de los más bonitos?

El ambiente de la Casa en Navidad es uno de los momentos más bonitos –y sus ojos se les iluminan, como las luces de la Casa que anuncian ya la Navidad–. Nos sentimos en familia, y ellos y ellas están muy contentos, cantan, bailan…

 

En general, estar aquí en este proyecto es muy gratificante. Nos sentimos privilegiadas de trabajar con Cáritas porque compartimos este sentido de ser Iglesia a través de las obras de compasión. Aquí se nos ensancha el corazón con un montón de nombres… –y al decir esta frase se ensanchan sus sonrisas–.

 

Termina nuestra visita en la que hemos sentido ese calor de hogar. Por eso no es difícil imaginar que muchas de las personas que pasan por la Casa digan que ha sido una de las mejores cosas que les ha pasado en la vida.

 

Por Mª Ángeles Altozano

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