El Evangelio de la humildad y la gratuidad. XXII Domingo del Tiempo Ordinario

Pilar Algarate 31 de Agosto de 2025

En el Evangelio de este domingo Jesús es invitado a comer en casa de un fariseo y, una vez más, aprovecha la vida cotidiana para enseñar el corazón del Reino. Observa cómo los comensales buscan los primeros puestos y les propone algo distinto: el lugar del servicio, no del prestigio; la lógica de la gratuidad, no del cálculo.

La enseñanza es clara: no busques ser el primero. Escoge el último lugar. No como estrategia para luego ser exaltado, sino como un estilo de vida que se libera del ego, del aparentar, del competir. La humildad no es despreciarse, sino saber quiénes somos ante Dios y ante las demás personas: iguales, hermanas y hermanos.

Jesús va más allá. Propone que, cuando demos una comida o hagamos algo bueno, no lo hagamos por interés ni para recibir algo a cambio, sino por amor gratuito. Es una invitación a vivir relaciones no basadas en el beneficio mutuo, sino en el don desinteresado.

El Evangelio de hoy nos pregunta:

¿A quién invitamos a nuestra mesa? ¿Con quién compartimos tiempo, espacio, recursos? ¿Desde dónde hacemos lo que hacemos?

En un mundo que premia la imagen, la visibilidad y el mérito, Jesús nos propone el camino humilde y profundo del Evangelio: bajar, servir, acoger sin esperar nada a cambio. Es ahí donde se juega el Reino.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas

Lucas 14, 1.7-14

Un sábado, entró él en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido». Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Preguntas para la reflexión:

  • ¿Qué lugar ocupo habitualmente en mi vida diaria: el del que espera reconocimiento o el del que sirve con discreción?

  • ¿Cómo reacciono cuando no me reconocen lo que hago?

  • ¿A quién invito —literal o simbólicamente— a mi mesa? ¿Incluyo a quienes no me pueden devolver el gesto?

  • ¿Qué significa para mí vivir con humildad? ¿Lo confundo con debilidad o pasividad?

  • ¿Qué gestos concretos de gratuidad puedo vivir esta semana?

Oración

Oración por la humildad – Santa Teresa de Calcuta

Señor,

hazme comprender que mi vida es un soplo,

que soy pequeña y limitada,

que todo lo que tengo me lo has dado Tú.

Enséñame a vivir con sencillez,

sin buscar aplausos ni reconocimientos.

Que no me preocupe el lugar que ocupo,

sino la verdad con que vivo.

Que pueda dar sin esperar,

servir sin cansarme,

y amar sin medida.

Amén.

 

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