El cardenal Cobo: "José Antonio fue un sembrador fiel que gastó su vida en servicio y esperanza

2 de Octubre de 2025

La Catedral de Santa María la Real de la Almudena se llenó en la mañana del 2 de octubre para despedir a monseñor José Antonio Álvarez Sánchez, obispo auxiliar de Madrid, fallecido de manera repentina el pasado 1 de octubre. La celebración, presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, congregó a cardenales, obispos, sacerdotes, vida consagrada, autoridades civiles y a cientos de fieles que quisieron orar por el eterno descanso de un pastor cercano y entregado.

“Signo de Pastor, sea reconocido ahora por Cristo”

Al comienzo de la celebración, el cardenal Cobo proclamó con emoción:

“Signo de Pastor, sea reconocido ahora por Cristo, el Supremo Pastor, y reciba de Él la corona perenne de la gloria. Que este siervo tuyo, que consagró su vida a anunciar el Evangelio, goce ahora contemplando cara a cara la verdad que predicó a sus hermanos”.

Sobre el féretro reposaban los signos de su ministerio —la Biblia, el alba, la estola, la mitra y el báculo—, símbolos de una vida entregada a la Palabra, a la liturgia y al cuidado del pueblo de Dios.

Una homilía en clave de siembra

Homilía completa

En su homilía, el cardenal Cobo utilizó la imagen del sembrador para iluminar la vida y el ministerio de monseñor Álvarez. Con voz entrecortada, narró:

“El sembrador, con lágrimas en los ojos y esperanza en el alma, dejó su bolsa y descubrió que allí donde había lanzado sus semillas empezaban a crecer flores y espigas que se multiplicaban más allá de su alcance. Entonces comprendió que su misión no era verlo todo terminado, sino confiar en que la vida que había entregado daría fruto en manos de Dios”.

El Evangelio proclamado —“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24)—, sirvió al cardenal para recordar que “esta palabra ilumina la vida y la muerte de todo discípulo y, de un modo particular, de un obispo que se gasta en lo pequeño de cada día. Eso ha sido nuestro hermano José Antonio: un sí continuo al ‘sígueme’ que un día dio al Señor”.

Cobo destacó que lo que permanece de un pastor no son monumentos ni títulos, sino semillas: la palabra compartida, los sacramentos celebrados, los gestos de misericordia y las huellas de amor sembradas en la diócesis. Y resumió su ministerio en tres claves: cercanía —a Dios, a su diócesis y a sus sacerdotes—, misericordia —abriendo caminos y sonriendo ante la vida— y esperanza —confiando siempre en Cristo resucitado más allá de las dificultades presentes—.

“Un último adiós marcado por la gratitud”

Al concluir la celebración, el cardenal Cobo subrayó que este último adiós estaba lleno de gratitud y veneración:

“Este último adiós está marcado por la gratitud y por el reconocimiento hacia su vida sacerdotal gastada en el servicio de Dios y de la Iglesia. Damos gracias a Dios por su servicio, por su entrega y por todo lo que ha compartido en esta diócesis. Que nuestra oración encomiende a José Antonio en las manos del Padre celestial, con la intercesión de Santa María de la Almudena, la Madre del Señor, que siempre le ha tenido bajo su manto, y de los santos pastores”.

Tras la Eucaristía, el féretro fue trasladado en procesión hasta la cripta de la catedral, donde quedó sepultado. La diócesis de Madrid despidió así a monseñor José Antonio Álvarez, recordado como un pastor cercano, alegre y fiel, cuyas semillas de fe y servicio seguirán dando fruto en la Iglesia.

Fotos: Caritas / Arzobispado
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