¡Tiramos a la basura más de un millón de toneladas de alimentos!
27 de Octubre de 2025Por la Comisión de Ecología Integral de Cáritas Madrid
EL DESPERDICIO ALIMENTARIO EN ESPAÑA.
UN LLAMAMIENTO A LA CONVERSIÓN ECOLÓGICA Y SOCIAL
EL DESPERDICIO ANUAL de alimentos en España, con más de 1,33 millones de toneladas de comida generada en los hogares (más de 27 kg por persona), es una herida abierta que trasciende lo económico para convertirse en una profunda crisis ética. Este despilfarro es la manifestación más palpable de la «cultura del descarte» que el papa Francisco denunciaba con vehemencia en su encíclica Laudato Si’.
La comida que se desecha es un bien sustraído a quienes más lo necesitan. Esta realidad choca frontalmente con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). La reducción del desperdicio alimentario no es solo una obligación legal o ambiental, sino un imperativo moral y social. Cuando alimentos aptos para el consumo acaban en la basura, no solo se ignoran los esfuerzos y recursos naturales invertidos en su producción, sino que, además, es una injusticia que atenta contra la dignidad de los millones de personas que no tienen qué comer. La visible y dolorosa realidad de miles de toneladas de alimentos en la basura mientras hay personas buscando sustento en contenedores debería ser una fuerte interpelación a nuestra conciencia.
«Tirar la comida es como si robáramos de la mesa del pobre», decía el papa Francisco. Este descarte masivo es, por tanto, una falta de solidaridad que requiere una profunda conversión ecológica. El desperdicio agrava el cambio climático al generar emisiones en su descomposición, demostrando cómo el descuido ambiental y la injusticia social están intrínsecamente ligados.
LA BATALLA POR LA CONCIENCIA. HOGARES Y CENTROS EDUCATIVOS
La lucha contra el desperdicio exige un cambio de mentalidad que debe comenzar en los hogares y los centros educativos. El éxito de este objetivo descansa en la responsabilidad individual y en la sensibilización desde la infancia.
En el ámbito doméstico, la clave es la planificación. Comprar con lista, adaptándola a lo que realmente se va a consumir, organizar correctamente la nevera y la despensa y entender la diferencia entre «fecha de caducidad» y «consumir preferentemente antes de». La creatividad en la cocina, dando una segunda vida a las sobras, transformando un residuo potencial en un recurso, detiene el ciclo de la «cultura del descarte».
Los comedores escolares se revelan también como un campo de acción crucial, ya que pueden llegar a generar 20 kg de residuos al día. Además de reducir los excedentes mediante una gestión precisa de stock y una planificación de menús que equilibre la nutrición con los gustos del alumnado, los centros educativos tienen el deber de educar. Deben enseñar a valorar cada alimento, ajustando las porciones al apetito real de los niños y promoviendo el uso de recetas de aprovechamiento. La comida que no se sirve y está en buen estado debe canalizarse solidariamente mediante la donación a bancos de alimentos o, si está elaborada, entregarla a los alumnos que lo necesiten en táper para la cena, aplicando así el principio de la caridad en la gestión de los excedentes.
No tenemos que acudir a países del tercer mundo para encontrar personas en una total precariedad, que no tienen para comer o difícilmente llegan a fin de mes. Seamos sensibles con la necesidad de estos hermanos que sufren y solidaricémonos con ellos.
 
    