Domingo de la Divina Misericordia: Una llamada a transformar el mundo con el amor del resucitado
Pilar Algarate 27 de Abril de 2025Primera lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4, 32-35). Salmo 117,2-4.22-24.25-27a. Segunda lectura: I Juan 5, 1-6. Lectura del santo Evangelio según San Juan (20,19-31)
Hoy, en este II Domingo de Pascua, celebramos de manera especial el Domingo de la Divina Misericordia. Ocho días después de haber celebrado la resurrección de Jesús, hoy nos reunimos nuevamente en el primer día de la semana, en la Octava de Pascua, para recordar y acoger la infinita misericordia de Dios, que se nos ofrece desde las manos y el costado de Jesús. Una misericordia que nos invita no solo a recibirla, sino a compartirla con quienes más lo necesitan.
La misericordia de Dios se manifiesta a través de su presencia, que se hace real en nuestra vida, tal y como lo hizo en la primera comunidad de discípulos. En el evangelio de Juan, vemos cómo los discípulos, reunidos en una sala, experimentan la presencia tangible de Jesús. Él, a través de sus palabras y el don del Espíritu Santo, les fortalece, les da paz y les asegura que Él está con ellos, incluso en su fragilidad. Así, Jesús se nos presenta hoy, en medio de nuestra comunidad, como un aliento para nuestra fe, para que, creyendo en Él, tengamos vida en su nombre.
La misericordia de Dios es una llamada a actuar, a acoger, a acompañar a quienes sufren, a aquellos que se encuentran excluidos, vulnerables, y sin esperanza. Como discípulas y discípulos del Resucitado, estamos llamados a ser testigos de la resurrección, a vivir la fe con un compromiso constante en la defensa de los derechos humanos y en la construcción de una sociedad más justa, digna y solidaria. Esta misericordia nos invita a ser transformadores, a buscar la felicidad no en lo material, sino en el ser, en la comunión con los demás, especialmente con aquellos más cercanos y lejanos que más lo necesitan.
Hoy, en el marco de este domingo de la Divina Misericordia, no solo celebramos la Eucaristía como comunidad, sino que nos comprometemos a ser actores del cambio, transformando nuestro entorno con el amor y la misericordia de Dios. Al igual que el papa Francisco, quien siempre se caracterizó por su cercanía con las personas más vulnerables y su firme postura ante los problemas de nuestro tiempo, estamos llamados a ser luz en medio de la oscuridad, ofreciendo respuestas llenas de esperanza y solidaridad a las contradicciones de nuestro tiempo.
Así como Jesús se hizo presente en la vida de los primeros discípulos, hoy Él nos invita a verlo en las personas que nos rodean, en cada acontecimiento de nuestro día a día, en las alegrías y en los desafíos. La resurrección no solo es un hecho histórico, sino una realidad viva que debemos compartir y vivir con los demás, abriendo caminos de esperanza y acompañando a quienes más lo necesitan.
Sigamos caminando juntos en el amor y la esperanza, como comunidad de fe, llamados a transformar el mundo con la misericordia de Dios.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.
Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
Preguntas para la reflexión:
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¿Cómo puedo vivir la misericordia de Dios en mi vida cotidiana y compartirla con los demás?
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¿De qué manera la resurrección de Jesús puede transformar mi visión y mi compromiso con las personas más vulnerables y excluidas?
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¿Cómo puedo aplicar el ejemplo del papa Francisco, quien se acercó a los más necesitados, a mi propia vida y a mis relaciones con los demás?
Oración. Vienes a traernos la Paz
Fue lo primero que decía a tus discípulos: “paz a vosotros”.
Porque tu sola presencia ya nos llena de paz,
nos sosiega por dentro y nos ayuda
a vivir serenos.
Y una vez que nos has pacificado,
que nos has relajado,
que nos has quitado los agobios de la vida,
entonces, y sólo entonces,
nos pones en misión,
enviándonos a acompañar
la vida de los hermanos.
Nos invade tu Espíritu y nos convierte
en sanadores,
en amigos confidentes
y desculpabilizadores,
en compañeros de vida,
facilitadores de libertad
e impulsadores de sueños
y de transformación social.
Descansando en Ti,
cuando estamos agobiados,
nos envías a llevar paz
a los que viven angustiados,
comprensión y disculpa
para los marginados,
perdón y compañía
para los solos y entristecidos.
Con tu fuerza y tu impulso nos conviertes en amigos,
en la mano tendida al que lo necesita,
en la defensa justa de lo que no funciona,
en la voz del que no puede gritar
y pedir lo que le es debido.
Envueltos en tu amor
podemos transformar el mundo entero
con pequeñas vivencias cotidianas,
con gestos, con ternuras,
con mil detalles, con tareas
y posturas concretas
de amor, de convivencia, de tolerancia
y de solidaridad.
Mari Patxi Ayerra