Dejándolo todo, lo siguieron
Pilar Algarate 9 de Febrero de 2025Lecturas del día: Isaías 6, 1-2a; 1 Co 15, 1-11/ Lc 5, 1-11
Este domingo reflexionemos sobre la llamada que tenemos para ser “pescadores de hombres”, para insuflar esperanza a las personas más vulnerables vengan de donde vengan.
Estamos en el Quinto Domingo del Tiempo Ordinario, donde la lectura del evangelio ( Lc 5, 1-11) nos recuerda que como Simón, cada uno de nosotros hemos sido llamados por el Señor, y nos sentimos invitados a vivir y a testimoniar la esperanza que él nos ha dado.
Lo sabemos bien en Cáritas diocesana de Madrid donde sembramos esperanza en nuestro caminar con las personas más vulnerables. Nos hemos convertido en “pescadores de hombres”.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabras del papa Francisco
Jesús lo alienta diciendo: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres» (v. 10), porque Dios, si confiamos en Él, nos libra de nuestro pecado y nos abre un nuevo horizonte: colaborar en su misión. El mayor milagro realizado por Jesús para Simón y los demás pescadores decepcionados y cansados, no es tanto la red llena de peces, como haberlos ayudado a no caer víctimas de la decepción y el desaliento ante las derrotas. Les abrió el horizonte de convertirse en anunciadores y testigos de su palabra y del reino de Dios. Y la respuesta de los discípulos fue rápida y total: «Llevaron a tierra las barcas y dejando todo lo siguieron» (v. 11). ¡Qué la Santísima Virgen, modelo de pronta adhesión a la voluntad de Dios, nos ayude a sentir la fascinación de la llamada del Señor y nos haga disponibles a colaborar con él para difundir su palabra de salvación en todas partes! (Ángelus, 10 de febrero de 2019)
Preguntas para la reflexión
- ¿Qué quiere el Señor de mí?
- ¿Qué miedos he de afrontar para responder a su llamada?
- ¿Lo dejamos entrar en la barca de nuestras vidas? ¿Ponemos a su disposición lo poco que tenemos?
- ¿Cómo ser Buena Noticia?
Escuchamos "Pescador de hombres". PINCHA AQUÍ
Oración
Aquí me tienes, Señor,
buscando libertad, pero esclavo de mis cosas;
creyéndome lleno, pero vacío de Ti;
escuchando tu llamada, pero haciéndome el sordo.
Al experimentar tu presencia, Señor Jesús,
siento en mí cómo algo me invita a seguirte;
siento una fuerza extraordinaria
que me invita a arriesgarlo todo por ti.
Sin embargo, Señor Jesús,
las cosas de esta vida me siguen atando.
Me sigue atando el dinero
que me hace olvidar las necesidades del hermano;
me sigue atando la comodidad,
que me aleja del sentido de la entrega;
me sigue atando mi egoísmo,
que me cierra cada vez más en mí mismo;
me sigue atando mi orgullo,
que me hace creer que soy el mejor de todos.
Muchas cosas que me alejan de ti me siguen seduciendo,
y yo, Señor, como un cobarde,
te digo que no porque no acabo de convencerme
de que tú me darás la auténtica felicidad.
Dentro de mí siento que hay una guerra encarnizada.
Por un lado, quiero dejar todo lo que me impide serte fiel;
y, por otro lado, me da miedo dejar estas cosas del mundo.
Hace tiempo que necesito una conversión.
Necesito encontrar algo que me dé fuerzas
para dejar tantas ataduras;
algo que me ayude a vencer tantas seducciones del mundo;
que me ayude a decir adiós a este tipo de vida.
Porque vivir a medias no merece la pena;
porque mientras haya guerra en mi interior,
nunca tendré la paz que solo tú puedes dar.
Ábreme los ojos, Señor;
cura mi ceguera, para que te pueda ver.
Llama a mi corazón, Señor,
entra en él que quiero tenerte de invitado.
Dame un espíritu generoso, Señor;
quiero decir sí cuando escuche tu voluntad.
Entra en mí corazón, Señor;
destierra de él todas las preocupaciones y fijaciones,
para que pueda dedicar un espacio sólo a ti, mi Dios.
Dame fortaleza para seguirte sin desfallecer;
dame voluntad para perseverar en el camino;
dame firmeza para no mirar hacia atrás;
dame el experimentarte y sentirte en mi vida,
porque cuando tú, Señor Jesús, habitas en mi corazón
todo me resulta más fácil
y cualquier cosa, por costosa que parezca,
se hace más fácil y llevadera.