“Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas. Alabado seas, mi Señor”. (Cántico de las criaturas. San Francisco de Asís)
Desde la Comisión de Ecología Integral de Cáritas Diocesana de Madrid nos unimos a la celebración del Día de la Tierra (22 de abril), fecha en la que cada año se aúnan esfuerzos para concienciar al mundo de la necesidad de proteger el medio ambiente y la conservación de la naturaleza.
Porque la Tierra, donde respiramos y por tanto vivimos, es nuestro hogar, concepto fundamental para la identidad de las personas, que tanto impulsamos desde Cáritas, porque es donde se forja quiénes somos, qué recibimos y lo que seremos.
Porque el cuidado y mantenimiento del planeta está intrínsecamente unido a las personas
y a su desarrollo integral.
Porque promover el cuidado de nuestro entorno, de la naturaleza y el medio ambiente promueve al mismo tiempo la defensa de los derechos humanos y la dignidad de las personas frente a situaciones de hambre, cambio climático, movilidad y producción y comercio.
Porque creemos en la capacidad de amar, valorar, cuidar y conservar este planeta como a la vida misma. Tenemos el deber de transmitir a nuestros menores lo que hemos recibido de nuestros mayores, a seguir apreciándolo y respetándolo y cumplir con las leyes que regulan los impactos negativos que el ser humano causa en la naturaleza.
Este año 2023 la Comisión de Ecología Integral propone realizar una actividad que generará espacios de reflexión, trabajo y desarrollo entre los distintos equipos de Proyectos, Obras y Vicarías, con niños, jóvenes, trabajadores, voluntarios y personas a las que se acompaña desde Cáritas en Madrid.
¿Qué haremos?
Se ha seleccionado una planta, la higuera a la que, en pequeño formato, tendremos oportunidad de cuidar durante unos días -rotará por cada espacio de Cáritas-, observando cómo son sus hojas, dónde brotan sus frutos y aprendiendo de este ser vivo que tanto nos puede aportar. Esta planta, tan común, fue una de las primeras cultivadas por el ser humano, por tanto, de las más antiguas, desarrollándose en diferentes zonas de nuestro planeta. Sus frutos han formado parte de la dieta alimenticia de antiguas civilizaciones y hoy en día seguimos disfrutando de ellos.