«Un loco de Dios en el fin del mundo»

¿Por qué un Papa se desplaza al confín del mundo en el que la comunidad católica solo cuenta con mil quinientos católicos? ¿Por qué elige a un escritor que se define como ateo, anticlerical, laicista militante, racionalista contumaz? ¿Por qué esa obsesión por las periferias del mundo que no ‘militan’ en el cristianismo y no sostienen a la Iglesia? ¿Por qué no rechazar las simpatías del sector más anticlerical de la sociedad? ¿Por qué vivir en Santa Marta? ¿Por qué ese rechazo a lo pomposo, a lo mistérico de las liturgias y tradiciones? ¿Por qué esa predilección por los descartados que cruzan todos los mares cuando la mayoría no profesan su religión?

Porque es un loco de Dios y todos sabemos que no hay peor loco que el que cree en su locura: «Quiero poner a Cristo en el centro de la Iglesia y que sea este el que toma las decisiones».

Javier Cercas, escritor magistral, construye un thriller religioso acompañando a Francisco a un viaje misionero a Mongolia. Todo el relato se construye en torno a dos preguntas: ¿Podré ver al Papa? ¿Podré preguntarle si mi madre de 92 años verá a mi padre fallecido cuando muera?

A partir de esas preguntas e interrogantes se va edificando un relato lleno de contrastes. Primero de los protagonistas: un hombre y una mujer de fe, con un ateo militante. El contraste de una Iglesia más institucionalizada, y otra más militante. Una Iglesia con olor a oveja o una Iglesia más clerical.

Pero no solo es una revelación de contrastes, sino un relato que tiende puentes entre planteamientos que pueden parecer antagonistas. Espacios de diálogo entre fe, escepticismo, razón y emoción. Todo desde la honestidad del autor.

Son dos locos que se encuentran. Un loco de Dios que se dejó ‘conquistar’ por el mundo que no lo vio como enemigo, sino como el territorio de la presencia de Dios; y un loco racionalista que se deja conquistar un poco por los testigos del Dios de las periferias.

No quisiera quitaros el placer de su lectura y de recorrer, con una gran humanidad, la belleza y la miseria de la Iglesia sin dobles intenciones, sin ataques, como un libro abierto, con la naturalidad de pertenecer a una organización de hombres, pero en cuyo corazón está el mismo Dios de Jesús.