9 de Diciembre de 2025

Por Antonio María González Gorostiza

Sí porque sí, nada más que sí. No como condición, sino en su forma de aceptar. Con el sí se pone uno de acuerdo, se gana afecto, se olvida lo malo. Sí, yo te lo doy, te cedo lo que tengo para que sea tan tuyo como lo fue mío. Solo algo transitorio, ya que nada nos pertenece por siempre ni por completo.

Te digo sí en el momento de entregarme. Escucho tu sí que me abre esperanzas, despeja horizontes. Nos completamos, nos afirmamos haciéndonos más fuertes. Sí en tu mirada, sí en su voz, en su canción, en su cielo, sus nubes, su arrebol. Todo bello, común, simple, gratuito. Magnífico.

Sí en el oído, en el arrullo, en el placer.

Sí en las manos, en la presión de los dedos cuando admiten el gesto hacia el primer contacto para dejar de ser extraños bajo el empuje de los dedos enlazándose. La suavidad de la piel imposible de imaginar con la vista. La aspereza del trabajo, los surcos de la experiencia. Humedad de esfuerzo, suciedad de trabajo, de uso, de dejadez. Mil detalles sentidos en un simple roce.

Sí en el olfato, colonia cara de seducción, loción de bebé, aire fresco, agua cayendo para mojar las calles. Olor de tormenta, de campo reseco en el verano, de hierba recién segada. De sangre, sufrimiento, lucha, violencia, daño.

Déjame el sí y sí, aparta lo que no necesitamos.

¡Se gana tanto al aceptarnos!

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