Una familia llama a nuestra puerta

Cáritas Madrid 14 de Diciembre de 2016

No importa el nombre de esas personas, ni de dónde llegaron, ni las circunstancias que les trajeron hasta nosotros. Importa, que estas historias pueden cambiar si escuchamos la voz de Dios que actúa en nuestros corazones

 

No importa el nombre de esas personas, ni de dónde llegaron, ni las circunstancias que les trajeron hasta nosotros. Importa, que estas historias pueden cambiar si escuchamos la voz de Dios que actúa en nuestros corazones.

 

Cáritas Madrid. 14 de diciembre de 2016.-Coincidiendo con la última Campaña de las Personas Sin Hogar hemos tenido la oportunidad de hacer visibles los sufrimientos de una familia que ha llegado a nuestro arciprestazgo, en Buitrago perteneciente a Cáritas Vicaría I, para pedir un poco de calor, una mano amiga  que les ayude a salir de la triste situación en la que se encuentran.


Habían llegado muy temprano al pueblo, donde no conocían a nadie y pasaron todo el día en la calle. Un voluntario les llevó a un hotel, donde pasaron la noche. Al día siguiente acudieron a la acogida arciprestal, donde seguimos la entrevista habitual para conocer la realidad de su situación, sus verdaderas necesidades y buscar los caminos que lleven a una solución. Pero Dios, que siempre vela por sus hijos, y en particular por los más necesitados nos impulsó a realizar una pregunta que casi nunca se hace en una entrevista. Era la hora del almuerzo y estábamos a punto de marcharnos cuando les preguntamos ¿ya han comido?


Y resulta que no. Que ese matrimonio y su nieta de cinco años estaban en la calle y con el estómago vacío desde hacía casi dos días. En ese momento todo lo demás quedó en un segundo plano. Dejamos las prisas a un lado, trajimos bocadillos y bebidas y nos sentamos a comer con ellos, charlamos de otras cosas, nos reímos y vivimos en carne viva las palabras de Jesús: “Si recibes a uno de estos… a mí me recibes.”


No tenían techo, ni comida ni ropa para el frío, pero la acogida de Cáritas les reanimó físicamente y reafirmó la esperanza en su corazón.


Pasamos la tarde en Buitrago, donde la mujer se apañó para preparar un poco de cena caliente antes de dejarles alojados en otro hotel. Yo me fui a mi casa y no dejaba de pensar en qué pasaría con esta familia.


Al día siguiente llegaron al centro dónde empezamos a buscar soluciones para encaminar a esta familia. Pero la actividad diaria del centro me absorbía y no alcanzaba a tener tiempo suficiente para tratar el caso con alguna entidad del entorno. Entonces, nuevamente el Dios de los que necesitan ayuda tocó a la puerta.


Una mujer muy cercana a Cáritas qué venía a tratar de otros asuntos se fijó en ellos y me preguntó ¿qué hace esa familia aquí? Me extrañó la pregunta pues los había visto casi de reojo. Le conté un poco la historia de esta familia y ella brindó su hospitalidad, sin pedir ningún aval ni ninguna fianza. “Que se vengan a un piso que tengo en el pueblo”, dijo sin pensarlo dos veces.


De verdad, ¿se pueden ir ahí? Pregunté. Claro que sí, respondió ¿Quieres poner alguna condición? No, ninguna, les espero por la tarde. Ya tenían casa y nuevamente un hogar, dónde todavía siguen porque los milagros existen.


No importa el nombre de esas personas, ni de dónde llegaron, ni las circunstancias que les trajeron hasta nosotros. Importa, que alguien les vio en el pueblo y les llevó a un hotel a pasar la noche, que pudieron comer algo caliente y recibir el cariño de otras personas. Importa, que una vecina les abrió la puerta de un hogar, sin pedir nada a cambio. Importa, que estas historias pueden ser posibles si escuchamos la voz de Dios que actúa en nuestros corazones.

 

Volver