UNA CAMINO DE ACOGIDA, UN CAMINO DE PAZ

Cáritas Madrid 20 de Diciembre de 2021

"Me siento en una piedra al sol que brilla radiante y me siento relajada, llena de paz; aquí los malos pensamientos parecen esfumarse, ¡que sensación más gratificante!". Esta es la emotiva crónica de una de las salidas que nos comparte una de las personas residentes de la Casa de Acogida San Agustín y Santa Mónica.

 

Esta es la emotiva crónica de una de las salidas que nos comparte una de las personas residentes de la Casa de Acogida San Agustín y Santa Mónica. En la Casa conviven personas con diferentes situaciones de vulnerabilidad social, y en ella a través de la cercanía y el compartir se sienten la ‘acogida’, se siente en un verdadero hogar.

 

Bonito fin de semana se nos presenta, estrés de más en Madrid. En la Casa todos preparando cosas de última hora en la maleta, unos bajan las escaleras, otros suben, otros suben en el ascensor, todos excitados y sonrientes. Carlos el Educador, mira nervioso el reloj y a continuación alza la voz para poner orden, un rato después todos preparados y en los coches.

 

Que nervios, que ilusión, hace tanto que no salgo de Madrid, que bien viene desconectar un par de días. Por el camino ya voy relajándome, escuchando música en el coche.

 

Salimos de Madrid y ya veo de lejos las montañas y muchos árboles; de lejos veo un embalse. Abro la ventanilla y ya se respira aire fresco y puro, huele a naturaleza.

 

Llegamos al albergue, a cada uno de nosotros se nos asigna la habitación, estamos rodeados de naturaleza, ¡qué bonita estampa!

 

Primera salida camino de las Presillas, no hay mucha agua, lo justo para mojarte las manos y algunos los pies, el agua esta helada, el paisaje es precioso, me siento en una piedra al sol que brilla radiante y me siento relajada, llena de paz; aquí los malos pensamientos parecen esfumarse, ¡que sensación más gratificante! 

 

De vuelta al albergue para comer, ¡andar da hambre!, disfrutamos de una comida estupenda, descanso merecido y visita al Monasterio del Paular de la mano de un monje, me pareció muy bonito por dentro y por fuera, con una historia impresionante. 

 

¡Cómo me duelen las piernas!, la falta de costumbre al andar, tengo que ponerlo más en práctica pues ahora me siento fenomenal, y sin darnos cuenta la cena, nos encontramos alegres, se respira buen ambiente, después de la cena unos se quedan jugando al futbolín, otros a juegos de mesa, yo opto por ir a dormir, estoy cansada y muy satisfecha con el día, nada más acostarme en la cama me quedo profundamente dormida, que bien, hacía tiempo que no dormía tan plácidamente, no he tenido ni pesadillas. 

 

Me despierto de buen humor, y aunque el día ha amanecido lluvioso, Carlos siempre tiene alternativas. Nos quedamos jugando en el Albergue, a un juego divertidísimo, me río un montón con todos, (parece que somos una gran familia). 

 

Deja de llover y aprovechamos para dar un paseo y después de la comida organizamos el regreso, metemos las maletas en los coches, nos tomamos un café en el pueblo y rumbo a la Casa. 

 

Que falta me hacía una escapada así, me siento descansada, he desconectado muchísimo, me he divertido y vuelvo con las pilas cargadas. Me siento agradecida por este regalo maravilloso que nos han hecho. Al escribir estas líneas, dos semanas después miro las fotos con nostalgia…

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