'Un paquete de galletas' para reflexionar sobre la migración

17 de Diciembre de 2024

 En Adviento revivimos cómo José y María fueron emigrantes, igual que tantas otras personas y familias migrantes que recordamos en este 18 de diciembre:
-    Un censo obligó a María y José a emigrar al sur cuando su hijo está por llegar lo que hizo que naciera en unas difíciles circunstancias, sin hospital o parientes, como tantos otros que hoy nacen debajo de un puente, en una patera o en tierra extraña…
-    Una vez nacido el niño, sabiendo las intenciones de Herodes, José y María, tienen que emigrar al extranjero, a Egipto, pues la situación política de su país hace peligrar la vida del hijo (Herodes lo quiere matar). ¿Cuántos José y María hoy en día no tienen que huir por los problemas de su país, guerra, políticas, etc.  y se ven obligados a vivir en otro país en campos de refugiados, en la calle…?

Reflexionamos sobre esto a través del cuento que nos trae Alejandro Illescas.

En el año 2000 la Asamblea General de la ONU proclamó el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante, con la finalidad de impulsar el intercambio de experiencias y oportunidades de colaboración por parte de los países y regiones, ante las dificultades de la migración internacional. Las personas en movimiento (trabajadores, estudiantes, emprendedores, miembros de familias, artistas y muchas más) son agentes impulsores muy poderosos para el desarrollo tanto en los países de origen como de destino. Las personas migrantes a menudo mantienen lazos muy estrechos con sus países de origen mientras abrazan a sus nuevas comunidades a las que aportan una amplia riqueza de conocimiento, experiencia y capacidades.

El siguiente cuento quiere hacernos reflexionar sobre ello.

"El paquete de galletas"

A una estación de trenes llega una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren viene retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación. Un poco fastidiada no le queda más remedio que esperar. Va al puesto de diarios y compra una revista, un paquete de galletas y un refresco. Preparada así para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. 

Mientras hojea la revista, un joven extranjero de color se sienta a su lado y, después de acomodarse, sin decir una palabra, toma el paquete de galletas, lo abre y después de sacar una, lo deja sobre la banca y comienza a comerse la galleta despreocupadamente. 

La mujer está indignada. No quiere ser grosera, pero tampoco hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma del paquete otra galleta que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente. 

Por toda respuesta, el joven sonríe y… ¡toma otra galleta! La señora, con ostensibles señales de fastidio, toma otra y se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho. 

El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido. 

Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. 
   - “No podrá ser tan caradura” -piensa, y se queda esperando mirando alternativamente al joven y a la galleta. 
   Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la galleta y, con mucha suavidad, la parte. Con su sonrisa más amorosa le ofrece la mitad a la señora. 
   - “¡Gracias!” – dice ella tomando con rudeza la media galleta. 
   - “De nada” – contesta el joven sonriendo angelical mientras se come su mitad.

El tren llega. Furiosa, la señora se levanta toma sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: “insolente”. Siente la boca reseca por la ira. Abre su bolso para sacar la lata de refresco y se sorprende al encontrar, bien cerrado, su paquete de galletas… ¡Intacto! 

Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba. Había olvidado que sus galletas estaban dentro de su bolso y se había comido las galletas del joven.
 (Del libro “Los Cuentos de mis Homilías” de Alejandro Illescas)

Vivimos hoy en un mundo globalizado, y es difícil en los países del primer mundo ser consciente que nos comemos las galletas de otros, pues para que podamos tener los bienes que nos dan bienestar, muchas veces se está explotando a personas y países en otra parte del mundo para producirlos. Y es por ello, entre otras cosas, que muchas personas de esos países se ven obligados a emigrar buscando una vida más justa.
Celebrar el día del migrante es querer solidarizarnos con todos aquellos que, buscando una mejor vida para su familia, tuvieron que salir al extranjero, y buscar con ellos soluciones para tantas situaciones injustas. 

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