TÚ TIENES MUCHO QUE VER. Tu compromiso mejora el mundo

8 de Junio de 2023

Por Ángel López Blanco, Vicario Episcopal III

Sigue el DÍA DE CARIDAD FOTO A FOTO

TÚ TIENES MUCHO QUE VER
Tu compromiso mejora el mundo
Existe una mirada que nos penetra hasta los tuétanos y nos ama hasta nuestro destino. 
Un corazón y una mirada que nadie puede invalidar.
La caridad evoca la forma suprema de la expresión amorosa. 
La caridad implica la ausencia de razones, es decir, de intereses, de cálculo, de medidas 
proporcionales a lo que se espera: en resumen, de cualquier devolución. 
La caridad es abolición total de cualquier devolución. 
Es decir: la caridad actúa por puro amor, sólo por amor.
¿Y si el otro no me lo reconoce? No importa, lo hago igual. 
¿Qué es el amor sino querer bien al otro? 
No para obtener yo algo, sino por el bien del otro.
¿Y por qué amar así? Porque yo he sido amado así, primero. Yo tengo mucho que ver. 
En primer lugar, tengo que ver cómo Dios me ha amado y me ama. La relación de Dios con 
cada uno de nosotros, relación que se da en Jesucristo, se muestra como gratuidad, esto es, 
como caridad. Dios es amor (1 Jn 4, 16). Su naturaleza es dar, se manifiesta al hombre como don. 
¿Y qué nos da? Se da a sí mismo, nos da el Ser. “Sin mí no podéis hacer nada”. (Jn 15, 5). 
Dios se da, se da a sí mismo al hombre. Se ha dado a mí dándome su ser: 
“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gn 1, 26). 
Y cuando el hombre menos se lo esperaba, cuando no podía ni siquiera soñarlo, cuando ya no 
pensaba en Aquel de quien había recibido el ser, éste vuelve a entrar en la vida del hombre para 
salvarla, vuelve a darse a sí mismo muriendo por el hombre. 
Se da por entero, don de sí mismo total, hasta llegar a:
“Nadie ama tanto a sus amigos como quien da la vida por ellos” (Jn 15, 13). 
Don total.
¿Por qué Dios se entrega a mí? ¿Por qué se dona a mí creándome, dándome el ser? 
¿Por qué, además, se hace hombre y se me da para hacerme de nuevo inocente y muere por 
mí? ¿Por qué muere por mí? ¿Por qué este don de sí mismo hasta el extremo de lo concebible, 
más allá del extremo de lo que se pueda concebir?
“Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia para contigo” (Jer 31, 3)
En Cristo, vemos, podemos ver, la misericordia de Dios hecha carne.
La caridad de Dios por el hombre es una conmoción, un don de sí mismo que vibra, que se 
agita, que se mueve, que se conmueve. ¡Dios que se conmueve! “¿Qué es el hombre para que te 
acuerdes de él?” (Sal 8, 5). Dios se ha conmovido por nuestra nada. 
Dios se ha conmovido por nuestra traición, por nuestra mezquindad. 
Ha tenido piedad de nuestra nada.
Ha tenido piedad por mí y por mi nada y me ha elegido; 
me ha elegido porque ha tenido piedad de mí.
¡Me ha elegido porque se ha conmovido de mi mezquindad!
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó 
y nos envió su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados”.
(1 Jn 4, 10-11).
“Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; 
si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría” (1 Cor 13, 3).
El primer objeto del amor y de la conmoción del hombre se llama “Dios hecho carne por 
nosotros”, y porque existe este Cristo, ya no hay ningún hombre que no me interese. 
Amar a Cristo y en Él, es decir, según su modalidad, a los hermanos. 
Porque veo como me ama Dios puedo ver, empezar a ver, al otro, al que está a mi lado.
El otro empieza a dejar de ser invisible. Empiezo a verlo. 
Lo que veo es un hombre igual que yo, amado por Cristo igual que yo, necesitado igual que yo. 
Empiezo a verlo. Puedo verlo. Puedo mirarle a los ojos. Puedo preguntarle el nombre.
Veo que puedo empezar un camino común. 
Veo que Otro me lo ha puesto delante para que yo le abrace como yo soy abrazado.
Puedo empezar una relación verdadera. 
No hay relación que sea verdadera sino no es una relación de amor.
Es verdad, tengo mucho que ver. Tengo que ampliar mi mirada. 
Tengo que ver cómo tu compromiso con el mundo, oh Señor, mejora el mundo. 
El mundo necesita de Ti y para eso me has elegido: para que yo lleve Tu amor al mundo.
“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 36)
Que la jornada de la Caridad nos recuerde que todos los días somos amados,
que todos los días los hombres necesitan de Su amor,
que nosotros, amados, estamos hechos para amar con Su amor.

Ángel López Blanco
Vicario Episcopal III

#DiaCaridad #TienesMuchoqueVer
Volver