Sor Josefina

2 de Marzo de 2023

Por María José Álvarez

Durante mi año y medio como voluntaria de Cáritas Madrid me han conmovido muchas cosas, algunas hasta las lágrimas, pero nunca pensé que una mujer menuda de más de 90 años, una religiosa Hija de la Caridad, iba a impresionarme tanto como lo hacía Sor Josefina. La vi por primera vez el día que vino a hablarnos al Equipo de Comunicación sobre la fundación de Cáritas Madrid, de la que ella fue protagonista. Pero fue la segunda vez que la vi, en un curso de formación, cuando se produjo el flechazo.

Me conmovieron sus ganas de seguir aprendiendo; era asombroso oírla hablar y preguntar sobre comunicación digital o sobre redes sociales. Parecía imposible que una monja nonagenaria de apariencia tan frágil irradiara tal fuerza y determinación. Como además era divertida -con esa clase de sentido del humor inteligente que la hacía capaz de reírse de sí misma-, su compañía era un regalo, así que empecé a ir a recogerla en coche a su despacho de Santa Hortensia para llevarla a su convento en García de Paredes.

Durante el trayecto, me contaba planes e ideas para atraer a los jóvenes a Cáritas. A mi compañera Lola y al resto de asistentes a las reuniones del Día de Caridad, les insistía en captar gente joven, animándolos a buscarlos en las universidades. Me parecía increíble oírla hablar de cómo hacer presentaciones con impacto. No le gustaban los formatos tradicionales y le pidió a Toni ayuda con el power point, porque quería dominar la herramienta para hacer ella sus propias presentaciones.

En las últimas semanas escribió un artículo que le había pedido Mª Angeles. Solo le preguntó que cuantos caracteres tenía que tener, porque así ella se ajustaría y nadie tendría que recortar su texto. ¡Como si nos hubiéramos atrevido a hacerlo! La última vez que la vi fue en la copa de Navidad. Cuando la llevaba al convento, me habló de un proyecto para conocer mejor el sinhogarismo juvenil que ya había comentado con el Cardenal, y me pidió que yo la ayudara. Qué pena más grande no haber podido trabajar para ella.

Dos días antes de morir le pidió un portátil a Pilar porque ya no tenía fuerzas para ir a Santa Hortensia, pero quería seguir haciendo su trabajo. Al día siguiente llamó a Lola para decirle que no se lo mandara, que ya no lo necesitaba…

Siempre que la dejaba en su convento en la esquina de García de Paredes con Alonso Cano, me bajaba del coche -sin hacer caso a sus protestas de que ella podía salir sola sin ayuda-, mientras hacia un gesto de disculpa a los conductores a los que mi parada obligaba a esperar. Quien conozca esa zona sabe que tiene mucho tráfico y coches de bocinazo fácil. Pues bien, a nosotras nunca nos pitaron ni recriminaron, porque Sor Josefina también era capaz de parar el tráfico. 

Galería multimedia

Volver