Sin recuerdos tampoco hay camino a la esperanza

Maria Angeles Altozano 4 de Junio de 2024

REGRESAMOS AL CENTRO DE MADRID. Turistas bajan en cascada por Arenal y Gran Vía. Porque bajo la lluvia o sobre un sol abrasador la ciudad bulle. Las mesas del Día de Caridad tienen por estas calles carteles también en inglés. Es una llamada, ante tanto anuncio publicitario, a la solidaridad de quienes nos visitan.

En una de esas mesas está Carmen. Hace unos años la acompañaba Luis, su marido. Ahora lo hace junto al resto de las personas voluntarias de esa zona. A media mañana, un joven acompaña a Luis hasta la mesa. Es su hijo. Se han acercado a visitar a Carmen. La mirada de Luis vaga por la mesa, donde hay folletos, caramelos y huchas. No dice nada. Ya no pregunta. Coge un caramelo y sonríe, mientras su mirada se pierde, quizás tras una ventana del pasado. Luis ha olvidado que no hace mucho tiempo él estaba en esa mesa, saludaba a las personas que se acercaban y le explicaba cómo hacer una donación o en qué proyectos hacer voluntariado. Luis ya no recuerda. Pero en Cáritas Madrid no olvidan que él ha sido durante muchos años presidente de mesa, vital y dicharachero, coordinaba el grupo y luego se encargaba de llevar lo recaudado hasta la vicaría. Lo hacía cada año. Lo ha olvidado. Pero no lo han olvidado Carmen ni Javier ni María Jesús ni Elena… ni tantas otras personas.

Se olvidan los actos, pero no los afectos. Junto a las personas que olvidan quiénes han sido, qué batallas libraron o qué ternura repartieron, hay personas que se encargan de custodiar sus recuerdos para que permanezca viva la esencia de lo que han sido, para que sepan que si no es juntos, no hay camino a la esperanza ni al recuerdo.

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