Sexto Domingo de Pascua: "Dar la vida por los amigos"

Pilar Algarate 5 de Mayo de 2024

Lecturas del Sexto Domingo de Pascua:  Hch 10, 25-26.34-35.44-48; Sal: 97; 1Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17.

Paso a paso llegamos al final del tiempo pascual. Nuestro camino no es un mero recorrido cronológico, no físico. Es un itinerario espiritual. Su origen, como se ha dicho y hoy se nos vuelve a recordar, está en el amor de Dios. Será nuestra experiencia personal y comunitaria del amor de Dios la que bañe toda nuestra vida, dé frutos y nos haga vivir en la alegría plena. Todo ello queda reflejado en las obras, en las formas de ver la vida (con esperanza) y en la forma de vivirla (al estilo de Jesús).

Vida y amor se dan la mano para caminar hacia nuestros hermanos. Hoy el Evangelio nos recuerda el mandamiento principal que nos deja Jesús para nuestro itinerario en la fe: permanecer en su amor y amarnos los unos a los otros. Descubrir el amor de Dios en el hermano es una aventura apasionante que llena el corazón de alegría. "Solo el amor engendra la maravilla, solo el amor consigue encender lo muerto", cantaba Silvio Rodríguez. El amor alumbra lo que perdura, lo que permanece, por ello intentemos descubrir al menos hoy quién necesita mi mano para derribar muros y construir puentes.

Meditar la Palabra de Dios nos ayuda a sentirnos enviados. Nuestra misión es seguir comunicando el amor de Dios. Nuestras obras son muchas y variadas para hacer visible el mensaje y la persona de Jesús. Hoy de una manera específica lo podemos hacer con las personas que están enfermas. Todos hemos pasado por la enfermedad en algún momento de nuestras vidas; y hemos conocido el "cómo" y el "hasta dónde" nos ha limitado. Tegamos un recuerdo especial a las personas con enfermedades crónicas. ¡Que todos, enfermos y sanos, experimentemos el amor de Dios!

Lectura del Evangelio Juan 15, 9-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros''.

Palabras del papa Francisco

En el Evangelio (Jn 15,9-17), Jesús, después de haberse comparado a Sí mismo con la vid y a nosotros con los sarmientos, explica cuál es el fruto que dan quienes permanecen unidos a Él: este fruto es el amor.

Nos preguntamos: ¿cuál es este amor en el que Jesús nos dice que permanezcamos para tener su alegría? ¿Cuál es este amor? Es el amor que tiene origen en el Padre, porque «Dios es amor». Este amor de Dios, del Padre, fluye como un río en el Hijo Jesús, y a través de Él llega a nosotros, sus criaturas. De hecho, Él dice: «Como el Padre me ama, así os amo yo a vosotros». El amor que Jesús nos dona es el mismo con el que el Padre lo ama a Él: amor puro, incondicionado, amor gratuito.

¿A dónde conduce este permanecer en el amor del Señor? Nos lo ha dicho Jesús: «Para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena». El Señor quiere que la alegría que Él posee, porque está en comunión total con el Padre, esté también en nosotros en cuanto unidos a Él. La alegría de sabernos amados por Dios a pesar de nuestras infidelidades nos hace afrontar con fe las pruebas de la vida, nos hace atravesar las crisis para salir de ellas siendo mejores. Ser verdaderos testigos consiste en vivir esta alegría, porque la alegría es el signo característico del verdadero cristiano. El verdadero cristiano no es triste, tiene siempre esa alegría dentro, incluso en los malos momentos.

Que la Virgen María nos ayude a permanecer en el amor de Jesús y a crecer en el amor hacia todos.

Para la reflexión

Permanecer en mi amor" es la consigna del evangelio de hoy.

-¿A través de qué gestos concretos permanecemos en el amor?

-¿Mostramos disponibilidad frente a las demandas de los últimos, urgidos por el amor?

-Nuestros proyectos y actuaciones ¿son fruto del amor al prójimo? ¿Qué actitudes e inercias nos separan del amor de Dios?

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