Segundo Domingo después de Navidad: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"
Cáritas Madrid 5 de Enero de 2020Primera lectura: Lectura del libro del Eclesiástico (24,1-2.8-12). Salmo: Sal 147,12-13.14-15.19-20. Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,3-6.15-18). Lectura del santo Evangelio según san Juan (1,1-18).
Primera lectura: Lectura del libro del Eclesiástico (24,1-2.8-12). Salmo: Sal 147,12-13.14-15.19-20. Segunda lectura: Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,3-6.15-18). Lectura del santo Evangelio según san Juan (1,1-18).
Cáritas Madrid. 5 de enero de 2020.- «No está aquí, se ha hecho hombre», así puede ser el cartel que nos encontremos si buscamos a Dios fuera de lo humano y del mundo. El creador se ha hecho criatura y ya no hay nada en el mundo que le sea ajeno. Su amor, su palabra, su luz, su vida se ha comprometido con la naturaleza y con la historia humana. Dios se ha religado para siempre y quiere servirnos como lucero, para que no nos perdamos en la oscuridad de la noche, ni en la sed del desierto que pueda asolar nuestras vidas y la de nuestros hermanos. Él es luz, y nosotros tenemos su reflejo para iluminarnos y caminar juntos construyendo la historia y cuidando de toda realidad, porque nada se hizo sin Él.
Mirar la vida propia y ajena, cuidar nuestra naturaleza y nuestro mundo, es confesar que nuestro Dios es el Dios de la casa común. Casa en la que la ternura y el cuidado ha de ser transversal y fermentar el pan nuestro de cada día, el que hemos de poner en la mesa para que alimente a todos. Nadie sin luz, nadie sin amor, nadie sin vida, porque Dios ha puesto su tienda entre nosotros. Nada de un mundo sin amor, porque nos ha sido regalado por el que nos ama.
EL AGENTE DE LA CARIDAD ES MEDIADOR DEL DIOS ENCARNADO
«El agente de la caridad debe ser consciente de este misterio: su acción, su palabra, su testimonio, su gesto, es Palabra de Dios que está hablando al mundo. Vuelca la Palabra recibida en acción, predica prescindiendo de las palabras, y esto quizás exige mayor riesgo en comportamiento. Quien actúa en el ámbito de la caridad no debe tener pudor de atribuirse a sí mismo esa capacidad de predicar a Jesucristo por medio de su actividad, pues esto dota a la acción caritativa de otra dimensión. Quien practica la caridad está predicando y testimoniando ya a Jesucristo. El agente de la caridad es mediación, y esto lo perciben quien le ven…
El agente de la caridad teje une espacio de encuentro, de ternura, donde lo que se juzgan son los actos, más que las palabras. La entrega gratuita, al servicio del otro, se convierte en testimonio del amor de Dios por nosotros. Dios actúa a través nuestro. Dios ama a través nuestro. Quien practica la caridad, se convierte en el amor de Dios en acción, pues el amor de Dios por su creación, por su criatura, ha de ponerse en acto…
El servicio de la caridad lleva en ocasiones a situaciones de desánimo, de pérdida del sentido, de dolor o desesperanza. Hoy se habla con frecuencia del desgaste de los cuidadores, del cansancio y agotamiento que lleva a veces a la renuncia. Recurrir a la Escritura deviene fundamental en los momentos más duros; aquellos en los que el agente de la caridad tiene que enfrentarse a los sentimientos de angustia y de desconfianza que inevitablemente provocan en ocasiones la experiencia de escasez, de dolor y de fracaso.
Volviendo a la Escritura, uno se encuentra con ese amor primero, ese amor gratuito, inconmensurable, de Dios, que nos ama inagotablemente a todos y cada uno de nosotros y, desde ahí, descansa. El agente de la caridad podrá transformar así el desasosiego en esperanza. Esta esperanza se apoya, en efecto, en la confianza en que Cristo se halla vivo y presente en realidades trágicas a que nos enfrentamos. El agente de la caridad no desespera, pues confía en las palabras de Jesús: el reino de Dios está cerca.
Ante las situaciones de desánimo, la Escritura nos invita también a buscar espacios de libertad, de sosiego, de refresco. ¡Qué necesarios son los “oasis” en las jornadas de desierto! Jesús mismo se retiraba a veces con sus discípulos (Lc 9,10) a lugares tranquilos, así como a espacios propios de oración y seguramente también de descanso»(20).
ORACIÓN: RESPLANDECE EN MÍ
Amado Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia allí donde vaya.
Anega mi alma con tu Espíritu y vida.
Impregna y posee todo mi ser, hasta que mi vida sea mero resplandor de la tuya.
Resplandece a través de mí y sé en mí,
para que todas las almas que me rocen sientan tu presencia en mi alma.
Deja que alcen la mirada y ya no me vean a mí,
sino a ti, oh, Señor.
Quédate conmigo y empezará a brillar como tú brillas.
Con un brillo que iluminará a los demás.
Y esa luz, oh, Señor, saldrá de ti, no será mía; serás Tú,
iluminando a los demás a través de mí (…).
Deja que predique sin predicar, no a través de la palabra,
sino de mi ejemplo, de una fuerza arrebatadora,
la influencia de la compasión de lo que hago,
la patente plenitud que el amor de mi corazón te profesa.
Cardenal J. H. Newman