Las puertas abiertas y el corazón lleno de nombres

2 de Junio de 2023

Aterrizó en Madrid con apenas 20 años. En Madrid no la esperaba nadie. En Madrid nadie la perseguía. Ahora era ella, Natalie, la que podía perseguir un sueño. “El camino no ha sido fácil”, nos dice, “no voy a mentir, yo soy una mujer joven, inmigrante, morena de piel y que usa palabras ‘raras’ cuando habla; además, tampoco tenía un papel que me diese derechos” —como si el derecho a vivir dignamente fuese un bien adquirido—. “Cuando llegas a un país tener o no papeles lo condiciona todo, sin eso eres menos que nada, no puedes ni tener contrato de celular, ni alquilar piso, no puedes trabajar, y el círculo se cierra”. El círculo se cierra al ritmo que se cierran las oportunidades. El proceso migratorio y las decisiones que lo motivan van desdibujando a la persona por el camino. No creerte con derecho te hace vulnerable, y lo peor, hace que te creas todo lo que los demás ven de ti: no eres de aquí, nunca podrás llegar lejos, confórmate con lo que te den, no puedes aspirar, qué vas a aportar tú…

Y tocas fondo. Así llegó Natalie a las puertas de Cáritas Diocesana de Madrid.  Pasó de un piso a vivir en la calle, después de una residencia a un piso compartido con otras jóvenes, gestionado a través de Cáritas. Además, empezó a acudir al Campus Cáritas Madrid para seguir formándose. Así retomó el camino a la normalidad y el “camino de vuelta a sí misma”.

Para Natalie, como para las cientos de personas migrantes que llaman a nuestra puerta cada año, Cáritas Madrid ofrece un proceso de acompañamiento y apoyo integral, centrado en la persona, en lo que cada una de ella necesita, para que llegue al máximo de su potencial. Este recorrido puede comenzar en una de las más de 400 Cáritas parroquiales, donde un equipo de voluntariado las orienta, asesora, les ofrece productos básicos o ayuda jurídica o psicológica. Pero damos un paso más. El de llegar al “corazón” de la persona, el de devolverles la dignidad y la seguridad. Este proceso implica que puedan tener un hogar, encuentren un empleo y tejan sus propias redes de apoyo; para eso están los servicios de Empleo o Vivienda, y las actividades formativas y lúdicas. En estos espacios, nos dice Natalie, “he podido conocer a personas que se han convertido en mi familia, ahora me siento un poco más de aquí, menos sola; en Cáritas nunca te sueltan del todo, te llaman para saber cómo estás, te dan alas y tú emprendes el vuelo”.

La inmigración lleva consigo otros problemas asociados. Problemas en el país de origen, como la violencia o la pobreza que impulsan a una persona a abandonar sus raíces para convertirse en un nadie en otro lugar. Y problemas en el país de destino, donde los estigmas y prejuicios se expanden como las fronteras. No son un problema personal, son un problema social que debe afrontarse desde un punto de vista integrador y global. En un mundo interconectado lo que le pase a alguien debería afectarnos a todos.

El rostro de Natalie, moreno y redondeado, es igual al de Ivana, rubia de ojos claros, o al de Abdel, de pelo rizado y tez sonrosada. Son los rostros de personas migrantes que un día decidieron darse una oportunidad. Y con su ejemplo son ellas quienes nos dan la oportunidad de entender que el amor y la caridad no tienen fronteras, que nadie se lleva nada que no le pertenece, y que lo que de verdad nos empobrece es reducir nuestra mirada a un territorio o no reconocer que la interculturalidad nos enriquece como sociedad.

Seremos más ricos cuanto más nos abramos y nos demos a los demás. Así nos los recuerda también el papa Francisco cuando nos dice que “las personas migrantes nos enriquecen con su sacrificio y entusiasmo” y que no olvidemos que “incluso Jesús fue un refugiado”.

#migracion #mujer
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