Transmitid esperanza, tened paciencia 

Relacionamos la esperanza con grandes gestas y situaciones excepcionales pero la realidad es que cualquier avance, por pequeño que sea, está sustentado en la esperanza de satisfacer unas expectativas. Leemos un libro, vemos una película, probamos un plato nuevo…. porque tenemos la esperanza de que nos va a gustar, pero el problema es que esta esperanza se apoya en informaciones que, sin ser malintencionadas, no tienen por qué cumplir nuestros objetivos ya que parten de experiencias vitales distintas. 

Pero la esperanza que nos alienta y que debemos transmitir se apoya en la Palabra de Dios que es cierta, y no sujeta a mudanza, y nuestro error -que nos lleva a la rebeldía- es ver las indicaciones que Dios nos hace como amenazas (“si no haces esto te va a pasar algo malo”), cuando realmente son indicaciones al modo de un libro de instrucciones (“Como Yo os he creado sé cómo funciona y si queréis que esto vaya bien debéis actuar de este modo”). 

Todos entendemos, cuando compramos cualquier aparato, que si no hacemos caso de las instrucciones eso no va a funcionar, pues con la vida pasa lo mismo. Pero esta esperanza necesita de la paciencia como bien saben los agricultores, las madres gestantes, los pescadores y tantos otros que saben que todo tiene su tiempo. Aunque no veamos el fruto de nuestro esfuerzo tenemos que pensar que si nadie da esos primeros pasos nunca se llegará a la meta. 

Hay asuntos de la Humanidad como son la igualdad efectiva de derechos, las condiciones laborales o la abolición real de la esclavitud que, aunque estén lejos de su estado óptimo su situación actual es infinitamente mejor que la que sufríamos solo hace 100 años y no se habría llegado a esta situación si nadie hubiese dado el primer paso. Y, aunque no tengo pruebas, estoy absolutamente seguro de dos cosas. La primera es que ese primer rebelde pagó caro su atrevimiento, probablemente incluso con su vida, y la segunda es que con su gesto no aspiraba a cambiar el mundo y solo se ceñía a su situación particular, porque, aunque soñase con ese cambio, seguro que lo veía imposible para sus fuerzas. 

Pero como ya he dicho, demos el primer paso y confiemos en la Providencia divina que hará el resto. 
  
Por Francisco López Laguna (equipo de comunicación Cáritas vicaría V)