Caminando con la juventud
27 de Octubre de 2025Por Laura Menéndez
Comisión de Jóvenes de Vicaría V
La juventud siempre es una etapa donde caminamos con fuerza, sueños e incertidumbres. Acompañarla es un reto y una oportunidad para aprender juntos. Reflexionemos sobre el acompañamiento socioeducativo de los y de las jóvenes.
EL ACOMPAÑAMIENTO tiene diferentes aspectos: desde la escucha activa y la validación emocional, hasta la participación, la confianza y el desarrollo de su potencial. Porque acompañar es caminar al lado, sostener, motivar y reconocer que la juventud no es solo futuro, sino presente activo y protagonista.
Acompañar a la juventud hoy es ir más allá de ofrecer actividades o espacios de ocio esporádicos. Marcar la diferencia es estar presentes desde el vínculo, un lazo que se construye poco a poco, con escucha, respeto y confianza mutua. Ese vínculo es el que permite que los y las jóvenes se atrevan a mostrarse tal y como son, a poner palabras a lo que sienten y a explorar caminos nuevos en su desarrollo personal y comunitario.
El primer paso para generar este vínculo es sencillo y, a la vez, transformador: escuchar de verdad. Escucha activa significa atender no solo a las palabras, sino también a los silencios, a los gestos, a lo que se dice entre líneas. Y, sobre todo, validar sus emociones y opiniones, reconociendo que lo que sienten tiene sentido y merece ser expresado. Este gesto abre la puerta a la confianza.
Desde ahí, se abre un camino compartido donde el acompañamiento no es decirles lo que tienen que hacer, sino caminar a su lado, ofrecer herramientas y sostenerlos en sus propios procesos. La comunicación horizontal, el respeto por su autonomía y la oportunidad de que participen en la toma de decisiones hacen que la relación se forje en clave de igualdad y corresponsabilidad.
Construir un vínculo socioeducativo implica también tener en cuenta el contexto en el que viven: sus barrios, sus familias, sus sueños y sus dificultades. No se trata de aislar nuestra intervención a nuestros centros y espacios, sino de mirar con ellos y ellas la vida que ocurre fuera, para que todo lo aprendido sea significativo y transformador.
Al final, lo que nos llevamos de cada proceso no son solo los logros visibles, sino las pequeñas conquistas: la joven que se atreve a opinar en público, el chico que descubre su capacidad de liderazgo, el debate que surge y posibilita la conciencia social y solidaria, el grupo que aprende a cuidarse mutuamente. Son señales de que el vínculo funciona, de que se ha convertido en un camino de confianza que deja huella y construye futuros de esperanza. Se siembran raíces que sostienen, se abren puertas de participación y se despierta en cada joven la certeza de que su voz cuenta.
 
    