Reflexión del Evangelio: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”

Cáritas Madrid 28 de Febrero de 2021

Segundo domingo de Cuaresma, 28 de febrero de 2021. Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10): “Este es mi Hijo amado; escuchadlo”.

Segundo domingo de Cuaresma, 28 de febrero de 2021. Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10): “Este es mi Hijo amado; escuchadlo”.


“Todo va a ir bien”. Así reza una canción de Luis Guitarra que hoy resuena en nuestro corazón en este segundo domingo de Cuaresma. Las lecturas de hoy constituyen un aceite perfumado y un bálsamo suave en medio de esta situación que vive nuestra Madre tierra y nuestros hermanos los hombres. ¿Si Dios está con y por nosotros, quién estará contra nosotros? Se nos invita a ponernos en sus anos de Padre y a confiar.

 

 

A la luz de la Palabra

 

La Palabra de Dios siempre nos toca como un aldabonazo. A veces nos ilumina y es luz en nuestro sendero en medio de la oscuridad (Sal 118), a veces nos sacude de nuestros letargos e inercias y nos perfora como espada de doble filo (Hb 4, 12); pero a veces también es bálsamo y consuelo en nuestro camino: “si Dios está con y por nosotros? ¿Qué mal puede ocurrirnos? “Con Él ningún mal temeré” (Sal 23).

 

En medio de la situación que vivimos personal y globalmente, el Señor nos conforta y nos consuela. Después dirá la misma Carta a los Romanos: “En todas las cosas interviene Dios para el bien de los que Dios ama” (8, 28). Por ello nada malo va a pasar, nuestra fe y nuestra esperanza nos señalan un horizonte en que todo va a “acabar bien”, aunque tengamos que recorrer caminos empedrados de aprendizajes significativos y de humanización creciente.

 

La Transfiguración: Experiencia de oración

 

La liturgia de la Palabra de hoy nos muestra cómo Jesús llevó a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, solos a un monte alto, en un lugar apartado, y mientras oraba se “transfiguró”: su rostro y su persona se volvieron luminosos, resplandecientes. 

 

La liturgia vuelve a proponer este célebre episodio precisamente hoy, segundo domingo de Cuaresma (cf. Mc 9, 2-10). Jesús quería que sus discípulos, de modo especial los que tendrían la responsabilidad de guiar a la Iglesia naciente, experimentaran directamente su gloria divina, para afrontar el escándalo de la cruz. En efecto, cuando llegue la hora de la traición y Jesús se retire a rezar a Getsemaní, tomará consigo a los mismos Pedro, Santiago y Juan, pidiéndoles que velen y oren con él (cf. Mt 26, 38). Ellos no lo lograrán, pero la gracia de Cristo los sostendrá y les ayudará a creer en la Resurrección. 

 

Quiero subrayar que la Transfiguración de Jesús fue esencialmente una experiencia de oración (cf. Lc 9, 28-29). En efecto, la oración alcanza su culmen, y por tanto se convierte en fuente de luz interior, cuando el espíritu del hombre se adhiere al de Dios y sus voluntades se funden como formando una sola cosa. Cuando Jesús subió al monte, se sumergió en la contemplación del designio de amor del Padre, que lo había mandando al mundo para salvar a la humanidad. Junto a Jesús aparecieron Elías y Moisés, para significar que las Sagradas Escrituras concordaban en anunciar el misterio de su Pascua, es decir, que Cristo debía sufrir y morir para entrar en su gloria (cf. Lc 24, 26.46). En aquel momento Jesús vio perfilarse ante él la cruz, el extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte. Y en su corazón, una vez más, repitió su “Amén”. Dijo “sí”, “heme aquí”, “hágase, oh, Padre, tu voluntad de amor”. Y, como había sucedido después del bautismo en el Jordán, llegaron del cielo los signos de la complacencia de Dios Padre: la luz, que transfiguró a Cristo, y la voz que lo proclamó “Hijo amado” (Mc 9, 7).

 

Juntamente con el ayuno y las obras de misericordia, la oración forma la estructura fundamental de nuestra vida espiritual. Queridos hermanos y hermanas, os exhorto a encontrar en este tiempo de Cuaresma momentos prolongados de silencio, posiblemente de retiro, para revisar vuestra vida a la luz del designio de amor del Padre celestial. En esta escucha más intensa de Dios dejaos guiar por la Virgen María, maestra y modelo de oración. Ella, incluso en la densa oscuridad de la Pasión de Cristo, no perdió la luz de su Hijo divino, sino que la custodió en su alma. Por eso, la invocamos como Madre de la confianza y de la esperanza. 

 

Benedicto XVI,
Angelus (8.III.2009).  

 

Guión litúrgico

Cuaresma y Pascua 2021. Ciclo B

Cáritas

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