Reflexión del Evangelio – Cuarto Domingo de Cuaresma, 14 de marzo de 2021
Cáritas Madrid 14 de Marzo de 2021Evangelio según san Juan (3,14-21): “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.
Evangelio según san Juan (3,14-21): “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.
“Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79). Las palabras de este salmo brotan hoy al leer y escuchar las lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma. Ante tanto dolor, tanta herida abierta, tantas esperanzas rotas, no podemos sino clamar al Señor para que nos restaure por dentro, nos rehaga como nueva humanidad, nos devuelva la fraternidad y sororidad universal con la que podamos devolver al ser humano el rostro, imagen de Dios que Dios soñó para él: “A imagen de Dios los creó. Hombre y mujer los creó”. (Gn 1, 27).
Las lecturas de hoy, especialmente la primer lectura, nos sitúa en un contexto de abandono, desesperanza, abatimiento. Lo que había configurado la identidad de Israel: su ser como pueblo de Dios, su tierra como cumplimiento de la promesa de Dios, el lugar de encuentro con su Dios, todo parece estar perdido. Sin embargo, Dios nunca abandona a su pueblo a la desolación y el desaliento.
En medio de la situación que vive nuestro mundo, el Señor, al igual que al siervo de Yahvé nos da una lengua de discípulo, para saber dar al abatido una palabra de aliento (Is 50, 4). Somos llamados y enviados a ser tejedores de esperanzas con otros y otras, a otear los horizontes para señalar los caminos, a enarbolar banderas portadoras de sentido de la vida, a abrir cauces de fraternidad/sororidad que devuelvan al ser humano las luces y sueños para los que fue creado.
El papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti nos invita a un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos.
Donde haya tinieblas, ponga yo luz
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.