Ese protagonismo que se pierde con los años

28 de Septiembre de 2023

Por María Ángeles Altozano

«No sabes cómo nos lo pasamos aquí»

 

En la Comunidad de Madrid hay más de seis millones y medio de personas, de ellas el 17 % tiene más de 65 años, con edades que oscilan en su mayoría entre los 70 y 90 años. Muchas de ellas viven solas o en riesgo de sufrir aislamiento y soledad no deseada. Y nada influyen las clases sociales o los distritos.

Estas personas nacieron en un Madrid descolorido, que ha ido adquiriendo color al ritmo que ellas han adquirido derechos, libertades y mucha tecnología. Atrás quedaron los casetes, y hasta los CD, y el pedir permiso para todo. Ellos no son los ‘hombres de la casa’ ni ellas las ‘reinas’ de la cocina —afortunadamente—, ahora reinan en sus propias vidas y piden que les avises con un wasap si vas a venir a comer a casa. Pero entre prisas y ajetreo  alguna vez queda sola sobre la mesa la taza del café de media tarde.

Así lo viven, o lo han vivido alguna vez, un grupo de personas mayores que cada lunes y miércoles se preparan para salir de casa y reunirse en un espacio de nuevos aprendizajes, risas y amistad. Se trata de una iniciativa de acompañamiento grupal para mayores, que ha puesto en marcha Cáritas Diocesana de Madrid a través de la Vicaría II en torno a la parroquia de San Antonio del Retiro. La idea es prevenir situaciones de soledad no deseada y recuperar  espacios de normalidad que han quedado marcados tras la pandemia. Las acompañan personas de los equipos de Cáritas Madrid, como Pilar, Vicente y Arancha, que hoy nos reciben.

Lo que en un principio se plantea en el 2019 como un programa de acompañamiento y estimulación cognitiva para mayores de 70 años, se ha terminado reconvirtiendo en un programa donde, como nos cuenta Vicente— que nos sintamos más solos». En el folleto del programa se destaca ‘compartir’ y ‘en familia’ y se anuncian actividades como foros de conversación, charlas y coloquios. Pero hay  mucho más. Se trata también de «provocar —recalca Vicente—, provocar para estimularlas, provocarlas con los juegos y las actividades cognitivas, hacemos que quienes no han hablado en todo el día, hablen, y se crea un ambiente de familia cristiana donde priman el respeto y el cariño».

Aquí se miran, y se ven, aquí se dialoga, se aprende y se aportan unas a otras. Aquí se ocupa el tiempo que les sobra, «que es mucho», como nos dicen ellas mismas, en una etapa de la vida en la que paradójicamente el reloj acelera su marcha atrás.

Lo que indica que se consiguen los objetivos, aclara Vicente, no es que se hagan presentaciones brillantes o que les salgan perfectos los ejercicios. «Lo que de verdad nos dice que se están haciendo las cosas bien, y lo que más satisfacción nos da, es ver que si echan en falta a alguien se llamen, o ver cómo luego se van a tomar un café juntas o se acompañan unas a otras a casa».

También les enorgullece ver que evolucionan, adquieren nuevas habilidades y confianza en sí mismas. «Van teniendo vida propia, salen y entran, aprenden y se sienten partícipes. Incluso, fardan luego delante de sus familiares de estar al día de la actualidad o de las cosas nuevas que han aprendido. Les damos protagonismo, que es lo que uno pierde con los años». Pero además de orgullo hay agradecimiento. «Nos habéis dado la vida con esto, nos dicen y me conmueven…», comenta conmovida de nuevo Pilar.

Para las personas mayores es importante aceptar quiénes son sin olvidar lo que han sido. Por eso Pilar incide en la importancia de fomentar «el recuerdo que es una cosa muy sana, procuramos que puedan echar para atrás y verse y ver lo que han andado». Han vivido, han acumulado experiencias, desengaños e ilusiones y años, y, con ellos, achaques de salud y pérdidas que aún duelen. Son los surcos de la vida lo que vemos en sus rostros.

Hablamos de personas que aún tienen muchas inquietudes, «quieren que les sigamos sorprendiendo, por eso, más que proponer ellas temas, esperan expectantes a ver de qué les vamos a hablar, y toman apuntes. Decía Ramón y Cajal —nos recuerda Pilar— que no se llega a la vejez hasta que a la falta de premiosidad en las piernas no le acompaña la falta de interés intelectual, por eso el motor más importante para que estemos aquí es el interés. Lo más importante que hay en la vida es aprender y transmitir y eso se ve aquí, estar con el grupo es aprender todos los días».

Echamos un vistazo al plan anual de actividades, perfectamente detallado, donde nada se improvisa. Los ejercicios y temas se preparan con  meticulosidad y mimo. «Son charlas —nos dice Arancha acallando con su sonrisa la modestia de Pilar y Vicente— «dignas de universidad, bien documentadas y de interés. Aquí no se viene a echar el rato, se viene a trabajar y nosotros les ofrecemos calidad». Abordan asuntos
que van desde a quién deben sus nombres las calles de Madrid hasta cómo se elaboran jabones de esos, dicen, de los que según cuenta la leyenda muy alejada estaba la Reina Isabel.

Si este proyecto tiene algo que lo hace especial y diferente es «el ambiente familiar y el desparpajo». Vicente nos asegura «lo vas a ver ahora que pases a la sala, se cuentan anécdotas, hay mucha confianza y un tono jocoso y divertido en muchos de sus comentarios».

Entramos en la sala. Entre cruce de miradas, comentarios sobre quehaceres del día y algún cumplido cariñoso, esperan a que llegue el profesor —Vicente, que ha preparado concienzudamente una clase acerca de los tipos de jardines que podemos tener en la ciudad y sus cuidados—. Vemos cómo, efectivamente, comentan, se divierten, cogen apuntes. «No sabes cómo nos lo pasamos aquí», y ríen.

Hoy celebran el cumpleaños de una de ellas. Las dejamos festejando y les damos las gracias por habernos hecho partícipes de un trocito de su intimidad. Hoy seguro que no habrá una taza de café sola sobre la mesa.

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