Perder un hogar va más allá de no tener techo: las personas sin hogar pierden la dignidad y pierden derechos

23 de Octubre de 2025

El sinhogarismo es un problema social que está aumentando: en los últimos dos años se ha duplicado el número de personas sin hogar acompañadas. Las personas sin hogar ‘sueñan’ con un sistema de protección social que garantice el acceso a derechos, como el derecho a empadronarse, a acceder a una vivienda, a un empleo digno o a recibir asistencia sanitaria.
 

Con el lema “Sin hogar, pero con sueños” las asociaciones y servicios que participan en el Día de las Personas sin Hogar en Madrid, que se coordina desde la Red FACIAM, se unen un año más para presentar públicamente la Campaña de Personas sin Hogar 2025.

El sinhogarismo sigue siendo un problema social que lejos de disminuir aumenta. En los últimos dos años ha aumentado en un 55 % el número de personas sin hogar acompañadas desde algún servicio o recurso público o privado (INE, septiembre 2025).

Tal y como señala Susana Hernández, presidenta de FACIAM, “quienes acompañamos a las personas sin hogar constatamos que vivimos en una pesadilla, la del continuo crecimiento de la precariedad, de las personas que no pueden llegar a fin de mes, pagar los suministros, conservar un alquiler, cubrir otras necesidades, como las de la salud”.

Desde FACIAM se subraya que la mayoría de las personas sin hogar no vive en la calle ni tiene problemas de adicciones; sino que los perfiles son muchos y muy diversos. No tener un hogar es mucho más que no tener un techo, se trata de perder derechos: el derecho a empadronarse, el derecho a tener asistencia sanitaria, a acceder a vivienda pública o a tener un trabajo decente.

Las causas de sinhogarismo pueden ser administrativas. Es el caso de Leydi, joven venezolana de 21 años quien, al adquirir la residencia por razones humanitarias, tuvo solo quince días para salir del centro en el que había ingresado al llegar como solicitante de asilo. “La residencia no viene con un hogar, viene con un tiempo corto y limitado para ordenar tu vida”, nos dice.

También hay causas estructurales, como perder el empleo y no poder hacer frente a la hipoteca, como le ocurrió a Pilar, tras media vida pagando su casa. O la dificultad para alquilar, aunque sea una habitación, por no disponer de una nómina. Es la realidad de muchos jóvenes, madres solas, personas mayores de 55 años o migrantes, como Edgar, que dice sentirse “frustrado, ausente conmigo mismo, fui perdiendo la autoestima”.

Y otra de las causas del sinhogarismo, que suele ser transversal a las anteriores, son las rupturas relacionales. Muchas personas tienen una vida acomodada, pero van perdiendo, en cadena, empleo, vivienda y familia, hasta quedarse sin nadie a quien acudir. Alrededor del 60 % de las personas sin hogar ‘sueña’ con recuperar su red de apoyo para salir de la exclusión.

Otro dato relevante: el 24,6 % de las plazas de alojamiento fueron ocupadas por mujeres; una cifra que también va en aumento. En este caso es necesario reforzar la red de atención específica que reconozca sus realidades concretas, como la violencia de género, la sobrecarga de cuidados, la maternidad en contextos de exclusión y las violencias cruzadas que enfrentan las mujeres migrantes.

 

PETICIÓN DE LAS PERSONAS SIN HOGAR
Con esta campaña las personas sin hogar quieren visibilizar el sinhogarismo como un problema social, no individual, por lo que su solución pasa por la implicación conjunta de todos los actores sociales, como administraciones, entidades y ciudadanía.

Por otro lado, reclaman la necesidad urgente de asegurar una acogida digna, con recursos específicos y sostenibles, que vaya más allá de la emergencia y facilite procesos reales de integración.

También piden un sistema de protección social que les garantice el acceso a derechos. Así lo recogen en el manifiesto donde exigen:
•    Alojamientos temporales suficientes.
•    Vivienda pública y asequible.
•    Diseños de ciudades que sean amables con quienes no tienen un hogar.
•    Que el acceso a la salud esté garantizado, sin barreras burocráticas ni discriminación.
•    Más dispositivos de salud comunitaria que se acerquen a las personas sin hogar, que escuchen, acompañen y atiendan sus necesidades físicas y emocionales. 
•    Leyes que ayuden a las personas para tener permiso de residencia y trabajo para poder vivir dignamente. 
•    Que las personas sin hogar sean escuchadas y tenidas en cuenta en la elaboración de políticas públicas que afectan directamente a sus vidas.

La campaña también quiere interpelar a la ciudadanía para dejar de ser invisibles y derribar prejuicios. Para ello invitan a conocer cada una de sus historias, de personas como cualquier otra, que han perdido su hogar y que “no elegimos vivir en la calle”.

SOBRE LA CAMPAÑA
Se trata de la 32ª edición de la Campaña de Personas sin Hogar, una iniciativa cuyas entidades promotoras son Cáritas, FACIAM (Federación de Asociaciones y Centros de Ayuda a personas marginados), XaPSLL (Xarxa d'Atenció a Persones Sense Llar de Barcelona) y besteBI (Plataforma por la Exclusión Residencial y a favor de las Personas Sin Hogar de Bilbao).

La Campaña se celebra el día 26 de octubre, y previa a la misma, este 23 de octubre se han organizado actos en varias ciudades de España, de manera simultánea, que han culminado con la lectura de un manifiesto a las 12:00 horas en la Plaza de Príncipe Pío.

Con el lema «Sin hogar, pero con sueños» se apela a la corresponsabilidad de ciudadanos, Administración, entidades e instituciones de garantizar el acceso a derechos y la dignidad de las personas sin hogar. Esta campaña presente ser una campaña que provoque el movimiento: un movimiento que se traduzca en acercamiento y que este acercamiento se transforme en solidaridad y justicia.

Se han creado los hashtags #SINHOGARPEROCONSUEÑOS #DigamosBasta #NadieSinHogar para seguir el desarrollo de la jornada en las redes sociales. 
Más datos sobre la campaña: https://faciam.org/  
     

TESTIMONIOS

Pilar (acompañada desde la Fundación Luz Casanova)
Es española y apenas lleva unos meses en situación de sinhogarismo. Pilar tenía un empleo y una casa por la que llevaba 11 años pagando su hipoteca. Pero pierde el empleo, empieza a acumular deudas y termina siendo desahuciada. Ahora mismo no cuenta con ingresos.
Dice que le costó pedir ayuda porque “a las mujeres nos cuesta más, nosotras solemos ser las que cuidamos”. Para ella estar en la calle ha sido muy duro, “la calle te come”. Para ella es muy difícil “mantener el amor propio”. Lo que desea es “recuperar mi vida, tener un espacio mío”.

Edgar (acompañado desde CEDIA)
De 37 años, peruano. Tenía un trabajo como funcionario y llevaba una entidad social que ayudaba a personas. Sufrió amenazas y tuvo que huir de su país. Vino a España, donde tiene una hermana y una sobrina. Antes de acudir a Cáritas, estuvo un tiempo en el aeropuerto. Ahora mismo está tratando de regularizar su situación. 
Para él no tener trabajo “es muy frustrante”. Ha tenido que hacer aquí trabajos que a los que no estaba acostumbrado, que nada tenían que ver con su formación, y se ha sentido en ese aspecto mal tratado. “Me he sentido ausente conmigo mismo, fui perdiendo la autoestima”. Sueña con “tener un trabajo con el que pueda permitirme pagar una casa donde sentirme cómodo y seguro” y “quiero volver a poner en marcha mi proyecto de seguir apoyando a otras personas vulnerables”.

Leydi (acompañada desde CEDIA)
Leydi, de 22 años, licenciada en psicología, venezolana. Vino de Venezuela por la mala situación que se vive en su país. Llegó sola hace unos meses. Estaba en un programa de solicitantes de asilo. Pero al final le concedieron la residencia por razones humanitarias, pero no el asilo; por lo que tenía que salir del programa. Contaba con permiso de trabajo y estancia, pero solo 15 días para encontrar trabajo y casa.
Para Leydi esta noticia fue “el golpe más duro que he recibido”, porque “la residencia no viene con un hogar, viene con un tiempo corto y limitado para ordenar tu vida”. Cuando no encuentras nada “sientes que no has hecho lo suficiente, que a lo mejor algo en ti no está bien”.

Brigit (acompañada desde Nazaria baja a la calle)
Llegó con 22 años. Estuvo primero pagando una habitación, pero se quedó sin ahorros para pagarla, y estuvo en la calle. Pidió ayuda al Samur y de ahí llegó primero a CEDIA, para mujeres sin hogar. De ahí pasó a un programa para mujeres jóvenes en situación vulnerable, donde conviven en un piso junto a dos religiosas y otras jóvenes en situaciones parecidas, es “Nazaria baja a la calle”, lo más parecido a un hogar.  Se formó en hostelería, actualmente tiene trabajo, ya vive en un piso, junto a su hermano.
Aunque ella ya no está en situación de sinhogarismo, tiene grandes sueños “tengo muchos sueños, quiero estudiar, optar a otro trabajo, tener mi piso, y más adelante poder traerme a mi mamá”. Es el ejemplo de que se puede salir adelante.

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