“Participar una semana en los proyectos de Cáritas Madrid me ha impactado. Ha sacado mi lado más comprometido"
Cáritas Madrid 29 de Julio de 2019Fernando tiene 26 años y acaba de terminar Tercero de Teología en el Seminario Conciliar de Madrid. Antes de hacer la maleta para pasar sus vacaciones en Estambul, en una comunidad de salesianos que acoge refugiados, ha pasado una semana conociendo algunos de los proyectos de Cáritas Madrid. Él mismo nos cuenta cómo ha sido esta experiencia:
Fernando tiene 26 años y acaba de terminar Tercero de Teología en el Seminario Conciliar de Madrid. Antes de hacer la maleta para pasar sus vacaciones en Estambul, en una comunidad de salesianos que acoge refugiados, ha pasado una semana conociendo algunos de los proyectos de Cáritas Madrid. Él mismo nos cuenta cómo ha sido esta experiencia:
Cáritas Madrid. 29 de julio de 2019- “Yo amo. Y como amo, escucho. Y como escucho, escuché un día que Dios me dijo: Quiero que seas sacerdote. Pensé que se me había ido la cabeza, incluso le pedí que se lo pidiera a otro…”. Así es como explica, a sus 26 años, Fernando María Rubio su llegada al Seminario Conciliar de Madrid.
Por aquel entonces Fernando estaba estudiando Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Terminó la carrera y entró en el Seminario. Asegura que estos tres años han sido los mejores de su vida: “Los más bonitos y a veces también los más duros”. Sin duda un momento clave en este recorrido sucedió la semana pasada, cuando Fernando acudió a uno de los proyectos de Cáritas Diocesana de Madrid para acompañar a personas con adicciones en situación de exclusión social.
Como otros tres seminaristas, compañeros de curso, Fernando ha participado durante una semana en diferentes proyectos de Cáritas Madrid; una actividad organizada desde la Vicaría para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación, para que los seminaristas conozcan la acción social de la Iglesia con las personas en situación de pobreza o exclusión. Con este objetivo, Fernando ha participado en la labor de Cáritas Madrid en el Centro de Tratamiento de Adicciones de la calle Santa Hortensia. De ahí, por casualidad, ha podido acercarse también a conocer la misión de los voluntarios de Cáritas Madrid, junto a Agustín, el párroco de Santo Domingo de la Calzada en el Sector VI de Cañada Real, un poblado situado entre Puente de Vallecas y Valdemingómez conocido por ser el mayor supermercado de venta de droga de Europa.
- ¿Qué te ha aportado esta semana?
- En estos años en el Seminario he estado en parroquias, en residencias de personas mayores, atendiendo a niños en cuidados paliativos, e incluso acompañando a las familias en el Cementerio de la Almudena. Sin embargo, hasta ahora no había tenido una experiencia tan impactante como la que he vivido esta semana. No sabía que en Madrid había zonas tan deprimidas como algunas de las que he visto. Te lo pueden contar, pero cuando lo vives se te cae todo lo que creías saber.
- ¿Qué has encontrado en Cáritas Madrid?
- Me he dado cuenta, una vez más, que cuanto más conozco de la labor de la Iglesia más me enamoro de ella. A los cinco minutos de llegar al Centro de Tratamiento de Adicciones de Cáritas Madrid me he sentido parte de todo lo que se hace. Esa integración no existe fuera de la Iglesia. Aquí he conocido a gente apasionada, como Carmen, la responsable del Centro de Tratamiento de Adicciones, cuya vida está dedicada a ayudar a aquellos que lo necesitan. He sentido que yo tengo que estar aquí, con la gente apartada de la sociedad.
- ¿Qué es lo que más te ha marcado?
- Estando en el Centro de Tratamiento de Adicciones de Cáritas Madrid conocí por casualidad a Luis, voluntario aquí y en los “Encuentros con dignidad”, que se realizan en la Parroquia de Santo Domingo de la Calzada, situada en el Sector VI de la Cañada Real. Allí dan un desayuno, una ducha y una atención mínima a las personas enganchadas a la droga que viven por y para conseguir sus dosis en Cañada Real. Es el lugar más duro donde he estado en mi vida. Y Cáritas y la Parroquia se vuelcan allí con las personas a las que ni siquiera queremos mirar para que se sientan personas, para ayudarles a recuperar la dignidad. Es un lugar que te hace replantearte todo. Una vez lo conoces ya no puedes volver a casa sin más. Yo no dejo de pensar en ello. ¿Cómo podemos permitir que esto pase? Parece una frase hecha, da vergüenza hasta decirlo, pero es lo primero que te preguntas cuando vas a allí.
- ¿Qué crees que podrías aportar?
- Estando allí te das cuenta de que cualquier labor es importante. Gracias a Dios hay muchas entidades sociales en la zona y todas hacen una gran misión. La de Cáritas es esencial. Lo comprobé dando un paseo por Cañada. Llevábamos el chaleco de Cáritas Madrid lo que me permitió sentir el cariño de la gente únicamente porque me identificaron con su labor. Cáritas tiene allí una presencia sencilla. Es una lucecita sutil, es una presencia muy de Dios. Íbamos caminando y se nos acercó una mujer y nos pidió que le leyéramos una carta. Era del Ayuntamiento de Madrid, le pedían personarse en unas dependencias municipales. Simplemente la leímos y la mujer nos lo agradeció muchísimo. Fue una ayuda pequeña para nosotros, pero muy importante para esa señora. Un poco más allá encontramos a un niño de unos dos años. Iba desnudo y descalzo y yo llevaba unas botas cuya suela es capaz de impedir el pinchazo de una jeringuilla. Me sentí ridículo. Es un sitio que te hace replantearte todo.
- ¿Cómo te has sentido esta semana?
- Estando en el Centro de Tratamiento de Adicciones me he sentido muy integrado y cómodo. Me han hecho sentir uno más. Hablando con los chicos que están aquí, que han logrado salir de Cañada y que están luchando contra sus adicciones, también me he dado cuenta de que hay personas que lo logran, que lo están intentado. Son un milagro. Aquí te das cuenta de que la ayuda que presta la Iglesia es importantísima. Ves que Cáritas funciona.
- ¿Qué has aprendido de ellos?
- Te das cuenta de que no eres mejor que ellos, aunque a veces lo creas. No vas allí a “ayudar” sino a compartir. He aprendido a reconocer a las personas y a darme cuenta, a sentir, a experimentar que todos somos personas que en el fondo lo que necesitamos es ser amados. He disfrutado al reconocer a las personas detrás de esas historias tan increíbles que tienen a sus espaldas. También tuve esa experiencia en Cañada. Hubo un momento que me quedé impactado porque estaba viendo a una chica muy joven y muy deteriorada. Estaba drogada. Justo en ese momento vino Juan, un voluntario de Cáritas Madrid. Le pregunté por qué estaba él allí y me dijo que él podía ver el rostro de Jesús en las personas que ayudábamos. Gracias a Juan dejé de mirar a esa chica como la estaba mirando. Fijándome solo en su decadencia”.
- ¿Qué has sacado de esta semana?
- Cañada y el Centro de Tratamiento de Adicciones de Cáritas han despertado mi lado más comprometido. Siento que tengo que estar allí. Es una experiencia que me ha impactado y que creo que va a marchar mi vida. Cáritas ha sido un golpe que ahora tengo que normalizar, tengo que aprender a vivir con lo que he visto. Me quedan tres años de estudios en el Seminario, pero ahora mismo lo que tengo es ganas de ser sacerdote ya e irme allí.
- ¿Qué hace Cáritas diferente al resto?
- Creo que las personas de Cáritas ayudan igual, pero la fuente de la que nace el volcarse con las personas no es la misma. Sus voluntarios no desconectan de su espiritualidad. Lo que hacen no es una cuestión de unas horas de labor social, es una cuestión espiritual. Los voluntarios tienen la experiencia del amor de Dios y eso es lo que hace que no puedan desconectar. Porque lo que une a los voluntarios con las personas que ayudan es ese amor. Una vez lo conoces no puedes desconectar de ese amor. Es un vínculo tan potente que no te deja mirar para otro lado. No podemos desconectar del amor de Dios. Ese amor nos une a todos.
- ¿De dónde sale tu necesidad de ayudar?
- Sale de mi propia experiencia profundísima que he experimentado del Amor de Dios. Es un amor inmerecido que me llena y me lleva al otro. No nace de una cuestión ideológica, ni social, ni de responsabilidad con el mundo, ni de las injusticias que nos rodean, es una cuestión de amor radical. Si tienes esa experiencia de amor no puedes dejarla ahí tal cual. Tienes que sacarla.
Cuando a mí Dios me dijo “quiero que seas sacerdote” pensé que se me había ido la olla, le pedí que se lo dijera a otro… Luego pensé “vale, puede que sea cura, pero vamos a hacerlo poco a poco”. En este proceso yo he aprendido a reconocer ese amor tan profundo que me late tan fuerte. Lo quiero compartir, porque es algo radical, profundo y bello. Tengo ganas de decirle a la gente que su vida puede ser tan increíble como lo ha sido mi vida estos últimos años. Por eso cuando veo realidades tan injustas se me multiplica esa necesidad de llevar mi experiencia de amor a esas personas. No sé si es complicado de entender, pero para mí es muy sencillo. Es una cuestión de amor.