“OPPENHEIMER” o pisar las cenizas del mundo

19 de Diciembre de 2023

Por Juan José Gómez-Escalonilla

  • Oppenheimer: ¿Te acuerdas cuando acudí a ti con esos cálculos, pensando que podíamos iniciar una reacción en cadena que destruiría el mundo entero?
  • Einstein: Sí, lo recuerdo. ¿Qué sucede?
  • Oppenheimer: Creo que lo hicimos.

Así termina una película intensa, asfixiante, densa, que sobrepasa al personaje y que nos plantea todo tipo de dilemas éticos. Con una cronología fracturada, a diferentes colores que reflejan a Oppenheimer y su némesis Strauss.

El drama de un hombre que buscaba el orden en el universo se convierte en el ser que es capaz de pisar sus cenizas. Un hombre que aprende la lección, pero demasiado tarde. Tras cientos de miles de años de existencia, el ser humano adquiere la capacidad de autodestruirse. Es el momento en el que, como especie, nos podemos mirar al espejo.      

Es la historia de la bomba más potente jamás creada para traer la paz al mundo.

De pequeño me enseñaron que uno podía pedir perdón por contrición –por amor– o por atricción –por temor-. La historia me ha enseñado que el temor no conduce a nada. El temor lleva al levantamiento de muros, a la acumulación de armas (defensivas u ofensivas como usted prefiera), a la consideración del otro como enemigo.

La auténtica protagonista de esta historia es la bomba que viajará en el Enola Gay. Como una bebé deseada desde antes de su concepción, rodeada de los mejores cuidados y de las mejores mentes, todo para que consiga sus objetivos. ¡Qué diferencia con otros niños que en esta época tanto necesitamos!

Alrededor de ella surgen todo tipo de dilemas que preguntan, incesantemente, al espectador:

  • ¿El fin justifica los medios?
  • ¿Existe el mal menor?
  • ¿Son justificables los daños colaterales?
  • ¿El mal puede acabar con el mal?

Alrededor de la bomba y su dominio aparecen toda una serie de personajes: el presidente Truman, el general al mando, los científicos. Todos ellos reclaman su cuota de poder, de fama, de dominio… pero ante las más de 200 000 personas muertas en Hiroshima y Nagasaki, más las cientos de miles afectadas por la radiación, todos vuelven el rostro espantados porque no tenían aspecto humano.

Como la bomba nuclear arrancaba a tiras la piel de las personas, hasta hacerlas cenizas, el mal siempre ha tratado de deshumanizar al otro para que desprovisto de esta característica siempre parezcas más fácil eliminarle.

Oppenheimer no es más que una advertencia, un aviso a la humanidad de que hay cosas que no tienen vuelta atrás. El bueno de ”Oppi” lo tuvo más que claro.

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Compromiso Solidario diciembre 2023
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