Noche Mágica en el Proyecto de Personas Sin Hogar de Cáritas Madrid

Cáritas Madrid 10 de Enero de 2015

Una noche muy especial en el proyecto de personas sin hogar de Cáritas Madrid, más conocido como CEDIA, donde la magia fue la protagonista.

Una noche muy especial en el proyecto de personas sin hogar de Cáritas Madrid, más conocido como CEDIA, donde la magia fue la protagonista.


Cáritas Madrid. 10 de enero de 2014.- Aparentemente, la noche de Reyes en CEDIA empezó como otra cualquiera. Bueno, para ser sinceros, la verdad es que sí que había en el ambiente como una cierta tristeza. Y es que quienes viven en CEDIA tienen razones para que una noche tan mágica como ésta les traiga recuerdos de cuando tenían lo que ahora  no tienen, de cuando vivían en su casa, su casa que era su hogar. Y, por eso, al empezar la noche de los Magos, cuando creían que las fiestas navideñas habían pasado; cuando intentaban de nuevo no pensar una y otra vez que se habían convertido en los sin rostro de la sociedad, en los sin familia, en los sin hogar; cuando se preparaban para volver a emprender la titánica tarea de tratar de continuar respirando cada día o de, por ejemplo, tener que batallar para conseguir que les atienda un médico cuando se ponen enfermos; cuando, en fin, se iban a dormir sintiendo en lo más hondo que mañana tocaba volver a tratar de sobrevivir… de golpe, se les echó encima la noche más familiar del año: la noche de Reyes.


Esa noche que, durante muchos años, cuando eran Juan, Sonia, Pedro o Mohamed, y no sin hogar, vivían con sus familias, con los suyos, con los que hacía que el techo fuera, eso, su hogar.


Por eso, esa noche los trabajadores del Centro teníamos una tarea añadida: la de, como buenos pajes de los Reyes Magos, volver a sembrar la ilusión, ofrecerles la oportunidad de que volvieran a soñar como cuando eran niños. Y es que esta noche, la más mágica del año, era la propicia para ello, porque era la noche en la que unos locos -Reyes los llamaban- consiguieron ¡nada más y nada menos que siguiendo una estrella! llegar a adorar al Rey de reyes, al Dios hecho hombre, mejor dicho, al Dios hecho un niño nacido en un pesebre porque a sus padres no les dieron alojamiento en otro lugar, no había casa para ellos.


Claro que esta noche podía ser una gran noche para ellos. Porque es la noche en la que la vida, la historia, nos vuelve a recordar que los pequeños, los aparentemente insignificantes, son los que más significan para el Padre Dios.


Y así, por todos los rincones del Centro se empezó a oír cómo los trabajadores preguntaban a la gente que si habían escrito carta a Sus Majestades de Oriente. Algunos, los más soñadores o quizá los más cansados de tanta lucha, empezaron a sonreír pensando que quizá esta noche, después de tantas noches de espera, podía llegar algo de magia, aunque acostumbrados a las desilusiones no se permitían creérselo mucho. Y entre las dudas y las esperanzas, la noche avanzó, como tantas otras, entre risas, cigarrillos, alguna película de la tele… hasta que, poco a poco, todos se fueron a dormir.


Lo que siguió hasta la mañana del 6 de enero Reyes es algo que solo saben, por supuesto, los Reyes y sus pajes. Aunque lo que sí llegamos a oír los que nos tocaba estar despiertos y atendiendo a las labores nocturnas de CEDIA (aunque sin curiosear la llegada de los Magos, claro), fue alguna que otra carrera, algún quebradero de cabeza, y sobre todo, mucha, mucha magia.


Al despertar, el comedor, presidido por nuestro gran árbol navideño decorado por las manos y el esmero de la gente del Centro, estaba abarrotado  de regalos para todos. Como en todo hogar que se precie, no faltaban pijamas, calcetines, cremas… Pero lo que a todos más les gusto, el regalo más especial, fue una gran bolsa de chuches, una gran bolsa sin valor práctico pero que llenaba el corazón y la sonrisa de celebración y fiesta.


Después vino el roscón, el chocolate, el probarse las ropa para intercambiarse las tallas… En fin, lo propio de todos los hogares la mañana de Reyes, lo propio de la mañana de Reyes en el hogar de CEDIA.

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