Que el mundo oscurecido se encienda por el amor de Dios
1 de Julio de 2024Planea sobre todos la impresión de que llega el descanso. Pero, yo me pregunto, ¿puede la caridad descansar? Nuestra caridad no es caridad de despacho sino de ser. Somos caridad.
Celebrábamos la festividad del Corpus Christi, Día de Caridad, con el lema “Abrimos camino a la esperanza". Y la necesidad no se va de vacaciones. Los que nos hemos encontrado con Cristo y formamos parte de su Cuerpo queremos que el necesitado, y, ¿quién no lo es?, se pueda encontrar con Él, con su cuerpo, con el Corpus Christi.
Cristo Sacramentado sale a la calle para que todos los que quieran, o los que se ‘tropiezan’ con Él, puedan reconocer que, en su calle, se pueden encontrar con Aquél que les ha mostrado el amor que les tiene: ha dado la vida por ellos, no se ha reservado ni una gota de su sangre. Ojalá que cualquiera que tenga necesidad, y ¿quién no la tiene?, se pueda encontrar con el amor de Cristo, encarnado en su Cuerpo, del que yo, tú, nosotros, formamos parte.
Decía San Anselmo: "Enséñame a buscarte, y muéstrate a quien te busca; porque no ledo buscarte si Tú no me lo enseñas, ni encontrarte si Tú no te muestras. Que yo te busque deseándote y te desee buscándote, te encuentre amándote y te ame encontrándote".
¡Qué gran gracia hemos recibido! Sabernos amados con un amor incondicional, con un amor infinito. Yo me pregunto: ¿Cómo se hace para amar a Cristo? Cuántas veces, inconscientemente, hacemos depender el amor a Cristo de una capacidad nuestra, de algo que tenemos que fabricar nosotros, es como si nunca llegáramos a adecuarnos.
Sin embargo, el amor a Cristo no depende de mí: depende de mí el pedirlo con todo el corazón, pero no depende de mí dármelo, fabricarlo porque, como decía San Anselmo, Él quien se da, y Él es libre de darse cuando y como quiera.
Yo lo pido, lo quiero pedir, con toda mi alma: Señor, hazte presente en mi vida, que yo te vea, que experimente tu compañía cercana, que reconozca que tú estás conmigo. Señor, hazte presente en la vida de quien te necesita, y ¿quién no te necesita?, que te da ver, que experimente tu compañía cercana, que reconozca que tú estás con él.
El Cuerpo de Cristo se entregó por nosotros en la cruz. Mirando la cruz veo el amor que tuvo el Hijo de Dios. Contemplando la Hostia Sagrada veo el amor que me tiene hoy el Hijo de Dios que se ha querido quedar con nosotros. Tú respondes a mi petición. Todos los días yo me puedo encontrar contigo en tu Cuerpo Viviente, que es la Iglesia, que son los cristianos, conscientes de tu amor y osos de llevar tu amor a los que lo necesitan, y ¿quién no lo necesita?
Yo, tú, nosotros, los cristianos, queremos llevar el amor de Cristo, recibido gratuitamente, a todos aquellos que lo necesitan. A todos.
Queremos que el amor de Cristo se extienda por el mundo entero, empezando por los más cercanos, los próximos, los prójimos.
Que los más necesitados, los más vulnerables, aquellos que socialmente se sienten excluidos, puedan descubrir en nosotros, ese amor incondicional. Que podamos llevar el fuego del amor de Dios, hecho carne en su Hijo, al mundo entero.
Que el mundo contemple el amor de Dios. Que arda con el fuego del amor de Dios, encarnado en su Hijo. Que el viento del Espíritu propague el fuego de su amor.
He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! (Lc 12, 49).
Que este mundo oscurecido por tantas sombras de injusticias, de guerras, de odios, se vea iluminado por los cristianos, encendidos por el amor de Dios.
Que allí donde haya necesidad, nosotros seamos portadores de esperanza. Que a donde haya oscuridad, nosotros seamos luz.
Que nosotros, como María, llevemos a Jesús a todos los hombres, especialmente a aquellos que más lo necesitan, para que puedan saltar de alegría, al descubrirse amados.
Que los cristianos nos hagamos caridad, pan que se parte y reparte entre nuestros hermanos, los hombres, especialmente los más necesitados. Que seamos caridad. Allí donde estemos, también en vacaciones, seamos pan para el hambriento, agua el sediento, cuerpo de Cristo para todos.
En verdad, la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto a Jesús, pan partido para la vida del mundo.
Acaba el curso, pero no la caridad.
Feliz verano. Feliz caridad.
Ángel López, vicario episcopal de Cáritas Vicaría III