Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!

Pilar Algarate 20 de Agosto de 2023

Lecturas del XX Domingo del Tiempo Ordinario: Primera lectura: Isaías 56: 1, 6-7. Segunda lectura: Rom 11:13-15, 29-32. Santo evangelio según san Mateo 15, 21-28.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo saliendo de Genesaret, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

Palabras del Santo Padre

El Evangelio de hoy (Mateo 15, 21-28) nos presenta un singular ejemplo de fe en el encuentro de Jesús con una mujer cananea, una extranjera respecto a los judíos. La escena se desarrolla mientras Él está en camino hacia la ciudad de Tiro y Sidón, en el noroeste de Galilea: es aquí donde la mujer implora a Jesús que cure a su hija la cual —dice el Evangelio— «está malamente endemoniada» (v. 22).

El Señor, en un primer momento, parece no escuchar este grito de dolor, hasta el punto de suscitar la intervención de los discípulos que interceden por ella. El aparente distanciamiento de Jesús no desanima a esta madre, que insiste en su invocación. La fuerza interior de esta mujer, que permite superar todo obstáculo, hay que buscarla en su amor materno y en la confianza de que Jesús puede satisfacer su petición. Y esto me hace pensar en la fuerza de las mujeres. Con su fortaleza son capaces de obtener cosas grandes. ¡Hemos conocido muchas! Podemos decir que es el amor lo que mueve la fe y la fe, por su parte, se convierte en el premio del amor. El amor conmovedor por la propia hija la induce «a gritar: “¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David!”» (v. 22). Y la fe perseverante en Jesús le consiente no desanimarse ni siquiera ante su inicial rechazo; así la mujer «vino a postrarse ante Él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”» (v. 25).

Este episodio evangélico nos ayuda a entender que todos tenemos necesidad de crecer en la fe y fortalecer nuestra confianza en Jesús. Él puede ayudarnos a encontrar la vía cuando hemos perdido la brújula de nuestro camino; cuando el camino no parece ya plano sino áspero y arduo; cuando es fatigoso ser fieles con nuestros compromisos. Es importante alimentar cada día nuestra fe, con la escucha atenta de la Palabra de Dios, con la celebración de los Sacramentos, con la oración personal como «grito» hacia Él —«Señor, ayúdame»—, y con actitudes concretas de caridad hacia el prójimo.

(Ángelus, 20 de agosto de 2017)

Preguntas para la reflexión

1.- ¿Cómo me relaciono con Dios? ¿Qué dificultades me encuentro?

2.- La invitación de este Evangelio es a tener fe en nuestro Señor Jesucristo porque, por medio de esa fe, seremos capaces de crear lazos de fraternidad.

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