“Mis padres me inculcaron que hay que ayudar a los demás. La vida nos ha dado demasiadas cosas, y estamos obligados a devolvérselas a la sociedad"

26 de Julio de 2022

Juan Nardiz Prado, Coordinador de Cáritas en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Aravaca.

Juan Nardiz acaba de hacerse cargo de la coordinación de Cáritas en la parroquia de la Asunción de Aravaca, perteneciente a la Vicaría VII. Nos hemos citado en la nueva sede, un edificio moderno y luminoso que alberga las instalaciones en las que un equipo de 50 voluntarios atiende a unas 300 familias. Es un hombre amable, optimista y vital, con una clara vocación solidaria. 

Juan Nardiz, militar de profesión, nació en San Sebastián. “Lo que más añoro es el mar, toda la vida viendo el mar desde la ventana, marca”, confiesa con una mirada que parece evocar las olas del Cantábrico rompiendo frente a la casa familiar de la calle Hernani. Como se le daban muy bien las matemáticas, sus profesores en el Colegio de los Marianistas no entendían que no quisiera estudiar en la Politécnica. “Nunca me han gustado los despachos; me gustan las relaciones con la gente, trabajar en el campo, crear equipos, dudaba entre ser ingeniero agrónomo y ser militar”. Ingresó en la Fuerzas Armadas siendo el más joven de su promoción en la Academia Militar de Zaragoza. Eligió infantería y completó su formación en Toledo.

En uno de sus primeros destinos en el desierto del Sáhara, mandó tropas nómadas, fuerzas constituidas por saharauis, donde reconoce que aprendió algo vital, muy importante en la vida: “Cuando vas a un sitio como ése y ves una civilización diferente, te crees superior porque manejas los tecnicismos, tienes información, etcétera, pero te das cuenta de que esa civilización es otro mundo donde lo tuyo no sirve para nada”. Con una mezcla de sensatez, positividad y sentido del humor de la que hace gala a lo largo de la entrevista, nos cuenta que en una de las patrullas vio unos bultos a lo lejos que era incapaz de identificar, a pesar de los prismáticos. El conductor saharaui le dijo: Mujer, hombre y dos guayetes (chiquillos). “Yo pensaba, ¿cómo lo puede saber este hombre?; pero al aproximarnos comprobé que era lo que me había dicho él. Entonces te das cuenta de que ellos tienen un potencial superior que les ha dado el vivir allí, una visión mucho más nítida”. Nos cuenta, relamiéndose con el recuerdo del pan del desierto, cómo elaboraban la masa y la cocían en un hoyo donde encendían las brasas. “Ves la cantidad de cosas que debes aprender tú. Eran tribus de filósofos, de guerreros que cuentan cosas fascinantes”.

Juan reconoce que vivir momentos vibrantes, con mucha tensión, ayuda a crear equipos muy sólidos y muy fuertes con la gente que tienes alrededor. “Estás tú solo en un mundo adverso, en circunstancias difíciles que te hacen crecer mucho profesional y humanamente”.

Durante su etapa en las Fuerzas Armadas, los destinos de Juan Nardiz no han sido fáciles: la Brigada acorazada Brunete en tiempos del 23F, los cuarteles de Loyola en el País Vasco, misiones internacionales en Bosnia… Ha viajado por muchísimos países y conocido diversas culturas, y cuando al final de su vida profesional quiso tomarse un tiempo para decidir qué quería hacer, “porque no he tenido ese tiempo nunca, siempre de destino en destino”, se cruzó Caritas en su vida. Hasta entonces Juan Nardiz era un feligrés más de la Parroquia Ntra. Sra. de la Asunción de Aravaca, pero llegó la pandemia y decidió apuntarse como voluntario. “Me entrevistó Isabel Durán, que me presentó a José Mascaraque, y empecé a trabajar en Proyectos de la Cáritas parroquial. Hablando de su vocación solidaria, le comento que su paso por el Ejército, y ahora en la Cáritas parroquial de Aravaca, muestran una evidente vocación de servicio. “Mis padres me inculcaron que hay que ayudar a los demás. La vida nos ha dado demasiadas cosas, y estamos obligados a devolvérselas a la sociedad. No te puedes quedar disfrutando de lo que tienes, debes hacer algo para devolverlo”.

A lo largo de la conversación, el trabajo en equipo surge de forma recurrente; se nota que Juan Nardiz es un experimentado gestor de equipos, una habilidad clave para su labor, tanto en las Fuerzas Armadas como en Cáritas. “Los equipos tienes que hacerlos con todos, todo el mundo aporta su valor personal, mucho o poco, pero es lo que da fortaleza al equipo”.

Le pregunto por la pobreza y la exclusión social en un barrio acomodado, como Aravaca, respecto a la de barrios menos favorecidos. Para Juan, la pobreza es siempre la misma: gente que necesita ayuda; aunque reconoce que en Aravaca es más sangrante, porque viven rodeados de gente acomodada y la pobreza no se ve. Nos cuenta que hay familias enteras viviendo en una habitación: “Es una pobreza invisible. Estamos haciendo un estudio de vivienda social para evaluar la magnitud del problema. Esta Cáritas parroquial que me he encontrado es muy activa, tenemos muchos voluntarios, unos 50, la gente es solidaria. Lo más difícil es encontrar voluntarios jóvenes; es algo que yo quiero impulsar”.

Para Juan es muy importante que la Iglesia esté presente en todas las generaciones y reconoce que uno de los retos de Cáritas es conectar con los jóvenes.  “Vamos a hacer tres cosas: la primera, seguir con el apoyo escolar anual. La segunda, impartir charlas a los jóvenes de la catequesis para dar a conocer Cáritas. Y la tercera, divulgar Cáritas por los colegios católicos de la zona. También he visto que varios beneficiarios quieren colaborar como voluntarios; eso es muy bonito. A la gente que ha recibido ayuda, y quiere ayudar, hay que darles cabida”.

Hablamos de sus aficiones, de su fascinación por los caballos y el mar Cantábrico. Juan Nardiz es deportista, practica la natación y se escapa al campo cuando puede. “En general, me gustan los animales; tengo perro, me gusta el cine, me gusta leer, me gusta el teatro... Soy un poco explosivo; me gustan muchas cosas, siempre tengo algo pendiente de hacer”.

Con una trayectoria vital como la suya, no me resisto a peguntarle por la experiencia más conmovedora que ha vivido. Se queda pensativo un par de segundos. “Cuando estaba en el Sahara mataron a un íntimo amigo mío, un disparo en la femoral. Ver morir a un amigo sin poder hacer nada me marcó profundamente”.

Recuerda también su misión en Bosnia; negociar las horas de luz para que el hospital de la zona pudiera hacer cirugías, con el militar serbio resistiéndose a aceptar las horas que había pedido el médico bosnio. “De todas las experiencias aprendes, vas creando herramientas para generar espacios y que el otro se abra. Ves cosas tremendas, espeluznantes, pero también ves cosas extraordinarias, como las mujeres de Sarajevo organizándose para recoger a los niños y darles de comer”.

Termina la entrevista. Al salir a la calle, me detengo un momento para reflexionar sobre nuestra charla. Creo que Juan Nardiz es, en esencia, un buen hombre, pese a haberse enfrentado al mal cara a cara. O quizá precisamente por eso.

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