Las maletas abandonadas junto a una vía que no conduce a ningún lugar
13 de Marzo de 2025Los objetos nos cuentan historias. Dos maletas, tiradas en la avenida de Entrevías, junto a la línea del Cercanías, cerca de Cáritas Vicaría IV. Están junto a los restos de lo que parecía un alojamiento precario de una persona sin hogar, instalada en un hueco de la infraestructura sobre la que están colocadas las vías, como un refugio, como un alojamiento de fortuna, como dicen los especialistas en sinhogarismo.
Es evidente que la persona que ahí vivía ya no está. Han quedado unos cartones, algo de ropa y las dos maletas. ¿Qué historia nos cuentan esas maletas? ¿Quién y dónde las compraría? ¿Qué aeropuertos o estaciones de tren han conocido? ¿Habrán conocido otros países, otros continentes? Los objetos nos cuentan historias, pero en este caso son historias abiertas que podemos imaginar y que finalizan todas de la misma manera: dos maletas abandonadas junto a ‘la línea de las cercanías’.
Puede ser la historia de Ángel. Una religiosa ursulina, a diario, le llevaba un café antes de ir a misa. La verdad es que Ángel no era muy conversador, y más de un “no” o un “sí” no le sacaba. Una mañana Ángel se sintió mal y le pidió ayuda a la Hermana. Ella llamó al Samur que le atendió. Afortunadamente, no parecía nada serio. Registraron los datos de Ángel y comenzaron a hacer un seguimiento de esta persona. El caso es que llegó el verano y su congregación envío a la Hermana de misión a África. Tras varias semanas allí regresó a Madrid y fue a llevar su café diario a Ángel. Pero no estaba. Estaban su colchón, su botella de agua, los cartones... La Hermana, que había sido muy previsora y te tenía el teléfono del equipo del Samur que atendió a Ángel, llamó. Estaba en un albergue municipal, muy agradecido con la Hermana, pero no quería que nadie le visitase; una sensación agridulce, más dulce que agria, eso sí.
Esa podría ser una historia, la de Ángel. Pero también podría ser la historia de Marcos que se acercó una tarde a la acogida de Cáritas de una parroquia de Entrevías. También vivía en la calle, en un hueco de la plataforma del Cercanías. Alguien le cobraba 20 euros semanales por dormir ahí. Sí, alguien se había adueñado de ese espacio público y lo alquilaba. Marcos, con problemas serios de adicciones, aderezaba su historia con mentiras y medias verdades. Un jueves no apareció por la acogida y nada más se supo de él. Las maletas abandonadas junta a la vía podrían ser suyas.
Muchas otras historias podríamos escribir a partir de esas maletas. Muchas maletas abandonadas en unas vías que, para esas personas, no conducen a ningún lugar.