Un lugar de confianza en el que el juego adquiere un valor emocional y social

Lola Hernández lleva ya cinco años como psicomotricista en el proyecto socioeducativo de Cáritas Diocesana de Madrid en la Cañada Real Galiana. Me recibe en una sala luminosa, llena de módulos acolchados cuyas formas y colores me recuerdan las de los bloques de la arquitectura de madera con la que jugaba de pequeño. De repente, un niño que estaba escondido detrás de uno de los módulos sale corriendo y se introduce de un salto por el extremo de un tubo flexible de tela, que enseguida lo engulle por completo. Otros dos niños juegan a subirse a una torre hecha con varios módulos apilados y saltar desde allí. Tanto los niños como Lola están sin zapatos. 

Lola les explica a los niños que he venido un momento a verlos jugar y mientras los saludo uno de ellos se me acerca, interesado por mi cámara. Otro (el que se había metido en el tubo) se queda mirándome fijamente durante unos segundos. Tras ese momento de curiosidad inicial, pronto todos siguen jugando sin hacerme demasiado caso. Entonces aprovecho para hacerle a Lola unas preguntas sobre la labor que desarrolla en el proyecto.

- ¿En qué consiste tu trabajo?

-  Consiste, en primer lugar, en dar un significado al lenguaje verbal y no verbal de los niños. Trabajo desde el juego espontáneo para detectar, mediante la observación de esos lenguajes, las necesidades de apoyo y las posibles alteraciones del desarrollo motriz, cognitivo, emocional y social que puedan tener, para así poder ayudarles a que se desarrollen de forma armónica. Pero sobre todo trato de conseguir que encuentren en la sala de psicomotricidad un lugar de confianza, en el que se sientan seguros. Ellos saben que aquí no se les juzga, que se aceptan sus producciones, y eso les ayuda a evolucionar.   

¬ ¿Qué alteraciones se suelen detectar?

- Sobre todo, las que tienen que ver con el desarrollo emocional y social, que son las dimensiones que se ven más afectadas por las condiciones en las que se desenvuelve la vida de los menores en Cañada. Ocasionalmente detectamos también alguna alteración motriz o cognitiva, pero con bastante menos frecuencia. 

-  ¿Qué tipo de intervención haces?

- En psicomotricidad infantil se suele distinguir entre tres formas de intervención: la intervención preventiva o educativa, que es la que se hace desde el nacimiento, con el objetivo de acompañar y favorecer la maduración psicológica, el desarrollo armónico y la relación de los niños y niñas con sus iguales; la intervención reeducativa, que está indicada para niños mayores de 3 años con dificultades motrices, cognitivas, emocionales o sociales; y la intervención terapéutica, dirigida a niños que necesitan una atención especial e individualizada. Aquí se hace principalmente intervención reeducativa, con grupos de hasta cinco niños. Los beneficios que se aprecian en los niños son inmensos, porque la psicomotricidad permite que tomen conciencia de su propio cuerpo y aprendan a dominarlo, mejora la memoria, la atención, la concentración y la creatividad, canaliza la impulsividad, propicia el juego grupal y mejora la autoestima al permitir que conozcan sus propios límites y capacidades.

Uno de los niños reclama la atención de Lola y yo comprendo que debo dar por terminada la entrevista. Antes de marcharme, hago algunas fotos para ilustrarla. Aunque aún falta bastante para la hora dorada, ese corto período de tiempo justo antes de la puesta del sol que tanto apreciamos los fotógrafos, la luz de la sala tiene un tono cálido que llena de magia las fotografías. Sin duda, es la luz de un lugar que inspira confianza, de un lugar en el que los niños se sienten seguros.