Latifa es una de nuestras heroínas anónimas

Cáritas Madrid 11 de Agosto de 2018

Conoce la historia de esta voluntaria del proyecto socioeducativo de Cáritas Madrid en la Cañada Real

Conoce la historia de esta voluntaria del proyecto socioeducativo de Cáritas Madrid en la Cañada Real.

 

Cáritas Madrid. 11 de agosto de 2018.- Latifa es una joven de 24 años, licenciada en Humanidades y estudiante de un máster en Comunicación, Traducción e Interpretación. Responsable, alegre, activa… Se parece a cualquiera de esos jóvenes “sobradamente preparados” y con ganas de hacer muchas cosas.


Pero Latifa es mucho más: es una de nuestras heroínas anónimas, las que conforman el alma de Cáritas, las personas voluntarias que dedican su tiempo y sus afectos a los más vulnerables. Y sigue siendo mucho más: “Es un ejemplo para los niños de la Cañada Real, un espejo en el que mirarse”, afirma Pablo Choza, responsable de los proyectos de Cáritas Madrid en este asentamiento chabolista.


Y es que esta joven, voluntaria en el Aula Infantil del proyecto socieducativo de Cáritas en el sector 6 de la Cañada, es, además, su vecina. Latifa, que ahora trabaja con niños de entre 3 y 6 años, lleva viviendo desde los 5 en este asentamiento, el más grande de Europa. “No sabría explicar lo que me aporta el voluntariado; creo que, sobre todo, la satisfacción de sentir que soy útil a alguien”, cuenta.


Además de hacer deberes con los pequeños, trabajar la motricidad, jugar o acompañarles en la merienda, puede identificarse con ellos y compartir sus experiencias. Y los niños –sobre todo los chavales más mayores de entre 6 y 18 años que acuden al proyecto de Cáritas– la comprenderán, porque muchas de esas vivencias serán, seguramente, como las suyas.


Ellos conocen bien los problemas con el suministro de agua o la falta de acceso a la salud y al transporte; saben el esfuerzo que significa andar kilómetros todos los días por caminos polvorientos o enlozados –según apriete el calor o llueva– para coger el metro y llegar al instituto. “A partir de los 16 años, cuando acaba la educación obligatoria también acaba la ruta escolar; y los autobuses no entran en la Cañada. Pero yo tenía claro que la Universidad era mi futuro, así que muchos días iba caminando con unos zapatos de repuesto para cambiarme cuando llegaba a clase”, afirma Latifa.


Su familia es como muchas otras que viven en la Cañada Real, personas trabajadoras que intentan sacar adelante a sus hijos. Porque la Cañada no es solo un espacio enorme de 16 kilómetros de pobreza y droga; lo que sí es, es un lugar situado en plena capital de España que carece de los servicios mínimos que todos damos por hecho en nuestra sociedad.


Fuente: blog de Cáritas Española

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