«Las personas solo envejecen cuando no dan cabida al amor»

22 de Julio de 2022

Las hermanas Altagracia, Yvetty y Aridia integran la Comunidad de Vida de la Residencia de Mayores Fundación Santa Lucía, pertenecen a las Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha, una congregación religiosa que nace en Cuba en 1869 fundada por el Cardenal Ciriaco María Sancha, quien, conmovido por las situaciones de extrema pobreza, funda la congregación con el carisma de ser «manifestación de la misericordia de Dios en la Iglesia para la vida de la humanidad». Por María Ángeles Altozano

En la residencia hay —después de dos años de pandemia que les ha obligado a controlar el acceso a esta—, puertas abiertas por donde entra la luz. Se trata de una luz que ilumina el jardín lleno de flores, la recepción, el comedor, las estancias... y las sonrisas de las Hermanas que nos reciben alegres y nos muestran entusiasmadas la residencia. Esta es su casa y la de las casi setenta personas mayores residentes a las que acompañan, como ellas mismas nos dicen, «no solo físicamente, u ofreciéndoles un servicio o ayuda material, las acompañamos en la parte espiritual». Son hombres y mujeres, con achaques propios de la edad y con una larga trayectoria vital en la que han trabajado, se han desarrollado, han formado una familia…, pero que aún tienen mucho que dar a la sociedad.

LA ANTESALA DEL CIELO: UN ESPACIO CÁLIDO Y HUMANO DONDE CABE LA ALEGRÍA

Así es la residencia para las personas residentes a quienes las Hermanas acompañan, un espacio «de tránsito a la Patria Celestial». Conscientes de que este acompañamiento se da en una etapa de la vida crucial, más frágil y definitiva, las Hermanas dicen que su principal motivación es «que estén alegres, que se sientan alegres buscando a Dios en la liturgia, y hacer de este momento y este lugar el más cálido y humano posible». Esta es una gran familia de personas muy diferentes, con situaciones y trayectorias de vida diferentes, culturas e, incluso, creencias diferentes. Algunas han perdido sus lazos familiares y otras siguen contando con sus familias, quienes las llaman y visitan regularmente y participan de las actividades que se realizan en el centro.

«Con las familias —nos dicen las Hermanas— el vínculo también es muy especial, porque a ellas también las acompañamos, tanto si se encuentran ante la enfermedad o el fallecimiento de su familiar, como cuando dudan o se enfrentan a sentimientos de culpa; para que encuentren razones válidas para aceptar que el tren de vida laboral no les permite atender a su padre o madre en casa». Nos confiesan, casi con pesar, «no les podemos quitar el sentimiento de culpa, pero les damos razones para aliviarlas».

EL DÍA A DÍA ES LA SUMA DE PEQUEÑOS MOMENTOS DE APRENDIZAJES E ILUSIONES

El día a día en la residencia viene marcado por el tictac del reloj, que les recuerda que es la hora del desayuno, de rezar el ángelus, jugar al bingo, pasear con sus familiares, participar en los talleres que organizan las personas voluntarias, de la rehabilitación o las celebraciones. Viven fragmentando el día en pequeñas metas y motivaciones, que cumplen y disfrutan a partes iguales, porque tienen todo el día por delante.

Aunque requieren de atención y cuidados o, en algunas ocasiones, se vuelven exigentes, las personas mayores son también una fuente inagotable de sorpresas y de conocimiento. Así lo confirman las Hermanas, quienes, cuando les preguntamos qué les aporta a ellas estar en la residencia, aseguran que aprenden mucho. «Queremos ser como ellas —nos dicen riendo—, son originales y auténticas y han perdido el miedo a ser diferentes, ellas no ocultan su vulnerabilidad y eso hace que podamos entenderlas, si necesitan un bastón para caminar lo usan, son valientes. Y nos maravilla también que se admiren con los pequeños detalles, ellas celebran cada pequeño gesto».

«LA MUERTE NO TIENE LA ÚLTIMA PALABRA CON ELLOS»

En la residencia se viven muchos momentos bonitos. «Verlos reír por lo que sea» es de las mejores cosas. Otros acontecimientos felices son los festejos o las recuperaciones. «Es un milagro ver cómo se recuperan de alguna enfermedad, cómo encuentran una motivación y cómo luchan. Ahí descubres que la muerte no tiene la última palabra con ellos».

También nos cuentan que de las cosas más bonitas que viven en la residencia es cuando se enamoran, porque ves que «aún en esta etapa de la vida apuestan por el amor, ¡hay tanta ilusión y ternura en ellos!». La contrapartida son esos momentos duros en que empiezan a deteriorarse, se enferman o fallecen. En la capilla hace algunos años había muchas sillas, ahora tan solo unas pocas butacas y amplios espacios para sus sillas de ruedas.

Otras de las cosas más difíciles que viven las Hermanas junto a los residentes es «cuando ves que no puedes satisfacer todas sus necesidades, que, por ejemplo, por salud, no puedes darles de comer todo lo que te piden». Y sin duda uno de los momentos más duros «ha sido la pandemia, el estar confinados ha sido desgarrador». Pero, pese a todo, ha habido finales felices. A las Hermanas se les humedecen los ojos cuando recuerdan los reencuentros.

OLVIDAN SUS RECUERDOS, PERO NUNCA OLVIDAN AMAR

La fuente de motivación de la que beber cuando se agotan las fuerzas, cuando la vida se apaga, «es la oración, que es el contacto directo con Dios que es Palabra y Vida; beber de esa fuente nos da vida y nos permite darles vida».

Hablamos de mayores con edades que van desde los sesenta y cinco hasta los noventa años o, incluso, los ciento tres años de uno de los residentes. La edad debilita físicamente, debilita cognitivamente. Lo que no se debilita es su amor. «Pueden olvidar su nombre, comer o, incluso, respirar, pero su memoria afectiva está intacta. El corazón se mantiene vivo, nunca olvidan amar». Las Hermanas están convencidas de que «las personas solo envejecen cuando no dan cabida al amor».

HERMANAS, ¿QUÉ VEN USTEDES EN SUS OJOS?

Los residentes son el legado de vivencias, creencias y saberes que han ido acumulando a lo largo de sus vidas. Son lo que seremos los demás en el futuro, son parte del presente que somos y la historia viva de lo que fuimos. En la residencia repleta de luz y alegría te topas con sonrisas, con rostros y con miradas de quienes lo han visto todo —o casi todo—.

Por eso, para terminar la entrevista les preguntamos a las Hermanas qué ven en sus ojos: «Vemos vida y entrega, vemos todo lo que han dado. A veces, también vemos dolor y desorientación. Y vemos ilusión, paz, serenidad; vemos a Dios a través de sus ojos».

#CompromisoSolidario #junio2022 #JornadaAbuelos
Compromiso Solidario junio 2022
Volver