Las dos oraciones del Papa para terminar con la pandemia del Coronavirus: "Unidos a Cristo nunca estamos solos"

Cáritas Madrid 16 de Marzo de 2020

Francisco salió del Vaticano para venerar a la Virgen bajo la advocación Salus Populi Romani en Santa María Maggiore. A continuación, se trasladó hasta San Marcello al Corso, donde rezó ante el crucifijo que salvó a Roma de la peste.

 

Francisco salió del Vaticano para venerar a la Virgen bajo la advocación Salus Populi Romani en Santa María Maggiore. A continuación, se trasladó hasta San Marcello al Corso, donde rezó ante el crucifijo que salvó a Roma de la peste.


“En esta situación de epidemia, en la que nos encontramos viviendo más o menos aislados, estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia. Unidos a Cristo nunca estamos solos", dijo el Santo Padre tras rezar el Ángelus-

 


Cáritas Madrid. 17 de marzo de 2020.- El papa Franciso salió ayer de El Vaticano para realizar dos visitas muy significativas en plena crisis por la irrupción del coronavirus. El Santo Padre quiso visitar la Basílica de Santa María Maggiore para dirigir una oración a la Virgen, Salus Populi Romani, cuyo icono es custodiado y venerado allí. Con sus oraciones, el Francisco invocó el fin de la pandemia que golpea a Italia y al mundo entero, imploró la curación de tantos enfermos, recordó a las muchas víctimas de estos días y pidió que sus familiares y amigos encuentren consuelo y alivio. Su intención también fue por los trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y a aquellos que en estos días, con su trabajo, garantizan el funcionamiento de la sociedad.

La especial devoción del Pontífice a la Salus Populi Romani es bien conocida: Francisco va allí no solo con motivo de las grandes fiestas marianas, sino que también quiere hacer una pausa de oración antes de salir para los viajes internacionales, y regresa allí inmediatamente después de aterrizar, para dar gracias. En 593 el Papa Gregorio I la llevó en procesión para acabar con la peste, y en 1837 Gregorio XVI la invocó para acabar con una epidemia de cólera.


Frente al "Santo Crucufijo" de San Marcelo al Corso

Después, haciendo un tramo de la Vía del Corso a pie, como en peregrinación, el Santo Padre llegó a la iglesia de San Marcello al Corso, donde se halla el Crucifijo milagroso que en 1522 fue llevado en procesión por los barrios de la ciudad para acabar con la "Gran Peste" en Roma. la iglesia de San Marcello al Corso, donde se conserva un antiguo y venerado crucifijo de madera que data del siglo XV, considerado por los estudiosos como el más realista de Roma, que sobrevivió a un incendio y salvó a la ciudad de la peste. Ese crucifijo, abrazado por san Juan Pablo II, marcó la culminación de la Jornada Mundial del Perdón durante el Gran Jubileo de 2000.


Las muchas tradiciones de milagros atribuidas al "Santo Crucifijo" comenzaron el 23 de mayo de 1519 cuando un incendio, durante la noche, destruyó completamente la iglesia dedicada al Papa Marcelo. A la mañana siguiente todo el edificio se había reducido a escombros, pero de entre las ruinas emergió intacto el crucifijo del altar mayor, al pie del cual aun arde una pequeña lámpara de aceite. Esta imagen toca profundamente a los fieles, moviendo a algunos de ellos a reunirse todos los viernes por la noche para rezar. El 8 de octubre de 1519 el Papa León X ordenó la reconstrucción de la iglesia.

 

Tres años después del incendio, Roma fue golpeada por la "Gran Peste". El pueblo llevó el crucifijo en procesión, logrando superar incluso las prohibiciones de las autoridades, comprensiblemente preocupadas por la propagación del contagio. El crucifijo fue sacado y conducido a través de las calles de Roma hasta la Basílica de San Pedro. La procesión duró 16 días: del 4 al 20 de agosto de 1522. A medida que la procesión avanzaba, la peste daba señales de regresión, por lo que cada distrito trató de mantener el crucifijo el mayor tiempo posible. Al final, al volver a la iglesia, la plaga había cesado por completo. Desde 1600, la procesión de la iglesia de San Marcello a la Basílica de San Pedro se convirtió en una tradición durante el transcurso del Año Santo. En el reverso de la cruz están grabados los nombres de los diferentes Pontífices y los años de los jubileos.


Profundizar el valor de la comunión

Horas antes, después de rezar el Ángelus, el obispo de Roma evidenció uno de los muchos cambios que se viven en la ciudad: “La Plaza de San Pedro está cerrada”. Las calles lucen vacías y apenas se escucha el ruido de los carros. En este ambiente, resuenan las palabras de Francisco: “En esta situación de epidemia, en la que nos encontramos viviendo más o menos aislados, estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia. Unidos a Cristo nunca estamos solos, sino que formamos un solo Cuerpo, del cual Él es la Cabeza”. El Papa subraya que la comunión se alimenta de la oración y con la eucaristía.

Nuevamente, Francisco agradeció a los que trabajan en los servicios esenciales: “Renuevo mi cercanía a todos los enfermos y a los que los cuidan. Así como los numerosos trabajadores y voluntarios que ayudan a las personas que no pueden salir de su casa, y los que satisfacen las necesidades de los más pobres y los sin techo”. Finalmente, el Obispo de Roma agradeció “a todos los que rezaron por mí en el séptimo aniversario de mi elección como sucesor de Pedro”.

 





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