La tierra se entrega al hombre, pero sigue siendo de Dios
14 de Octubre de 2024Por la Comisión de Ecología Integral de Cáritas Madrid
Pocos días después de haber publicado la encíclica Laudato Sí’ (mayo 2015), el Papa instituye la Jornada Mundial de la Oración por el Cuidado de la Creación. Esta jornada llevaba ya varios años celebrándose por la Iglesia ortodoxa y el papa Francisco quiere adherirse a esta iniciativa para reforzar el frente que contribuya, poniendo en juego los valores cristianos, a superar la crisis ecológica que está viviendo la humanidad.
PARA QUE dicha Jornada Mundial sea signo de un camino que todos los creyentes en Cristo recorren juntos, se buscará llevar a cabo iniciativas adecuadas de promoción y animación, para que esta celebración anual sea un momento intenso de acción de gracias por la Creación, oración, reflexión, conversión y asunción de estilos de vida coherentes (austeridad, no consumismo, reciclado de residuos, ahorro energético y de agua…), sensibilizando a todo el Pueblo de Dios: sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos para que tengan una participación activa oponiéndose a la degradación humana de la Creación.
Al contrario que otras jornadas, que suelen durar exclusivamente un día, el papa Francisco ha querido que no sea sólo una «jornada» sino un «tiempo» de cuidado con la Creación, extendiendo su duración hasta el día 4 de octubre, festividad de san Francisco de Asís, santo por antonomasia de la defensa y amor a la naturaleza. De esta forma se ofrece a cada creyente y a las comunidades un tiempo en el que profundizar y renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la Creación, elevando a Dios una acción de gracias por la maravillosa obra que Él ha confiado a nuestro cuidado.
El lema para la Jornada de oración de este año es «Espera y actúa con la Creación». En el documento del Papa se hace referencia a la carta de san Pablo a los romanos 8,19-25 donde «aclara el apóstol lo que significa vivir según el Espíritu». Supone, en primer lugar, aunar esfuerzos y caminar junto con todos los hombres y mujeres de buena voluntad para contribuir a «repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su sentido, cuáles son sus límites. Hemos hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos y no advertimos que, al mismo tiempo, nos convertimos en seres altamente peligrosos capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia» (LS, 28).
El Espíritu Santo nos acompaña en la vida. Dios no es una idea abstracta de infinito sino que es Padre amoroso. La obediencia al Espíritu de amor cambia radicalmente la actitud del hombre: de depredador a cultivador del jardín. «La tierra se entrega al hombre, pero sigue siendo de Dios» (Lv 25,23).
Escribe el apóstol san Pablo: «Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto» (Rom 8, 22). Hoy, este drama se hace sufrimiento en las injusticias del mundo, en las guerras fratricidas que la humanidad soporta y contempla continuamente en muchos lugares del mundo, en la creciente contaminación del entorno vital —el hogar universal—, en la «madre tierra», violentada y devastada, que se vuelve así inhóspita y, en muchos casos, mortal para los más pobres y débiles de la humanidad.
Acudamos al Espíritu para que nos ayude a vivir de un modo comprometido nuestra fe, traducida en obras (Sant 2,18), contribuyendo a consolar esos gemidos y a curar los dolores, como fruto de una verdad verdadera y sincera actitud de cuidado de nuestra ‘Casa Común’, y de todos los que la habitamos.